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Y la hostelería sin barrer

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En estas fechas no puedo evitar hacer una reflexión sobre el sector alrededor del que gira durante estos meses toda la vida en Cádiz: la hostelería. Los residentes veraniegos ya están aquí, apostados en sus pisos de alquiler de primera, segunda y tercera línea de playa. Dispuestos a gastarse lo mucho o lo poco que hayan podido ahorrar en invierno en Sevilla, Madrid, Córdoba o cualquier pueblo de Extremadura. Y mientras que ellos toman posiciones en las sillas de las terrazas, sigo viendo las mismas carencias en bares y restaurantes. (También observo virtudes, que tienen muchas). En dos ocasiones, en la última semana, he tenido que pedir que enciendan el aire acondicionado, que no vale con la brisita de Cádiz cuando estamos a 38 grados centígrados a la sombra. El mobiliario interior y exterior, en pésimas condiciones, y el personal, regateando hasta el hielo. Pero estos son detalles aislados que seguro se irán solventando conforme rueden las semanas... Pero la hostelería sigue siendo la hermana pobre de todas las profesiones. Todo el mundo alaba las subidas de las contrataciones en verano pero nadie cuenta lo precario de los horarios, de los salarios y de la formación. Ahí quería llegar. Ayer mismo asistimos a la puesta en marcha del proceso de matriculación de la Escuela de Hostelería de Cádiz, la de la Alameda, que tendría que haberse iniciado a principios de mayo debido a que la Junta no había dado la orden de iniciar el proceso porque, inmersos en un traspaso de transferencias entre consejerías, se les ha pasado nombrar a un gerente para este prestigioso consorcio formativo, ¡desde 2010! Ni más ni menos. Éste es el interés de la Junta. Pero en el caso de la Escuela de Hostelería Fernando Quiñones, que se ha estado cayendo a pedazos en el edificio Valcárcel durante años, la inscripción ha finalizado sin saber dónde iniciarán el próximo curso, ya que la flamante instalación de Zona Franca no estará terminada para esas fechas. Éste es el interés que tienen la administraciones en formar a los jóvenes en el único sector que genera empleo. Por cierto, que tanto en una escuela como en otra, para unas 40 plazas se presentan cada año entre 300 y 400 solicitudes, acumulando proporcionalmente más demanda que Medicina, pero este titular tampoco vende periódicos.