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En el país de los formados

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Sentada ante el televisor, viendo cómo unos pequeños querubines de mofletes rojos mantenían el nivel de sus voces sin que ningún adulto se desquiciara; controlados por un semáforo que indicaba cuándo el ruido se hacía insoportable en un aula, comencé a suspirar. Quise en ese preciso instante, que ese país de hombres rubios y altos, educados y disciplinados pero sin estilazo castrense que les reste atractivo, fuera el mío. Las lágrimas estuvieron a punto de brotar al escuchar la experiencia de un padre español, que se marchó hacia el norte en busca de oportunidades que no hallaba en el cálido y seductor sur, y se apuntó al nórdico de por vida. Se encontraba de baja paternal -sí hombre, eso de irse por un tiempo del trabajo para cuidar a tu recién nacido- y le escuché embobada cómo esa opción la podían disfrutar tanto padres como madres. Allí, por tanto, no había miedos ante un embarazo ni se hacían esfuerzos para que una parte asumiera lo que a la otra le viene de herencia cultural. Las generaciones venideras crecen en un ambiente sin roles diferenciados cuando lo que toca es educar. Ese padre acostumbrado a no quitarse el gorro de lana en todo el año, explicaba cómo de claro lo tienen en su país de acogida laboral: A quien le corresponde educar, y por qué en la escuela sólo buscan que a sus retoños les vayan enseñando habilidades que en el futuro pondrán en práctica cuando se enfrenten a disciplinas.

La baba se mezclaba con el gimoteo cuando una profesora, muy rubia y muy delgada ella - como siempre quiso estar una-, ponía cara de póker cuando le preguntaban por las escuelas privadas. No, en ese país de formados, que dicen las estadísticas que tienen el mejor sistema educativo, la enseñanza es pública y no existen colegios malos y buenos. Vino a decir que detrás de todo existe una fuerte convicción: darle a todos los pequeños la misma oportunidad. Al final del reportaje, un finlandés lo resumía: es un país pequeño, apenas tienen riquezas naturales ni recursos que explotar. Por eso, invierten en sus ciudadanos, en formarlos para que de sus mentes salga su oro negro. Y entonces, rompí a llorar.