Uno de los carabinieros heridos yace en el suelo rodeado por sus compañeros, a la espera de la asistencia sanitaria. En la foto pequeña, Luigi Preiti, autor de los disparos, inmovilizado por la Policía. :: SIMONA GRANATI / EFE
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El odio a los políticos recibe a tiros al nuevo Gobierno italiano

Un parado que quería atacar a algún dirigente hiere a dos agentes ante el Parlamento a la hora en que juraba el Ejecutivo

ROMA. Actualizado: Guardar
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Si todavía había alguna tentación entre los políticos italianos de no tomarse en serio la situación y poner en marcha el nuevo Gobierno para pasar el rato ayer fue aplastada por una escena trágica a las puertas mismas del poder, justo a la hora en que los ministros tomaban posesión de su cargo. A las 11.34, un parado de 49 años, vestido con traje, desesperado por sus problemas económicos y personales y que quería «disparar a un político», hirió con seis tiros a dos 'carabinieri' ante el Parlamento y el Palazzo Chigi, la sede de la presidencia del Ejecutivo, dos edificios contiguos en pleno centro de Roma. El agresor, identificado como Luigi Preiti, intentó huir pero fue detenido por otros agentes sin responder al fuego.

Uno de los militares fue herido en una pierna y el otro, alcanzado en el cuello por una bala que tocó la columna vertebral, está en graves condiciones. También sufrió erosiones leves en la cara, al caer al suelo, un niño de tres años que pasaba por allí con su familia. Su padre, de 39 años, estaba junto al segundo carabiniero y vio a dos metros al agresor empuñar el arma. Para salvar a su hijo lanzó instintivamente el cochecito, que volcó. Su mujer, embarazada de cuatro meses, también cayó al suelo, pero no sufrió daños. «He visto el cañón de la pistola, bum, bum, bum, ese miraba a la cara...», contó luego en el hospital.

Durante la hora siguiente, hasta que se aclararon los detalles y se descartó un acto de terrorismo, Italia vivió la pesadilla de un posible retorno de los 'años de plomo'. Porque, por desgracia, era creíble. Tal es la tensión social y política que se vive en este momento y el suceso marca dramáticamente el arranque del frágil Ejecutivo de Enrico Letta, llamado a dar una difícil señal de decencia y credibilidad de la clase política. Si ya sentía encima un peso superior a sus fuerzas, como confesó, esa carga ayer se multiplicó.

El pánico se adueñó del centro turístico de Roma, soleada y repleta de visitantes, a un minuto de la Fontana de Trevi. Lo ocurrido fue captado casi inmediatamente por cámaras, pues había numerosos periodistas en torno a Palazzo Chigi. En las primeras imágenes se oyen incluso los dos últimos tiros, una mujer que grita, la gente que huye, una señora que se cae de una bici. «He oído dos tiros, me he girado y he visto a un hombre bien vestido, de gris, que disparaba a un carabiniero. He salido corriendo porque pensé que podía disparar también contra los periodistas», ha relatado Simone Bianchi, de 32 años, uno de los cámaras.

El nuevo ministro de Interior, Angelino Alfano, que se estrenó de inmediato en el cargo, informó de que Preiti pretendía suicidarse tras su ataque, pero había vaciado el cargador. Según algunos testigos, antes de hacer fuego habría gritado: «¡Disparadme, disparadme!».

El detenido es un albañil calabrés, la región de la punta de la 'bota' italiana, una de las más pobres del país, que emigró al norte en los noventa pero hace dos años y medio se quedó sin trabajo. Dentro de la crisis de la construcción, su pequeña empresa quebró. También fracasó en su matrimonio, con un hijo de 11 años, y tuvo que regresar a casa de su padres, en Rosarno. Es una zona agrícola, deprimida, infestada de la mafia local, y tiraba haciendo trabajillos. Será sometido a una pericia psquiátrica, pero al fiscal que le interrogó ayer no le pareció un desequilibrado, sino «un hombre lleno de problemas» que confesó al momento: «No es un loco, ha dicho que quería disparar a los políticos, pero como no los ha encontrado a disparado a los 'carabinieri'». Como ocurre a menudo, los dos heridos también son de regiones pobres del sur. Uno es de Palermo y el otro, de cerca de Nápoles. Giuseppe Giangrande, de 50 años, el que sufre lesiones en la columna, se acababa de quedar viudo hace dos meses. El otro se llama Francesco Negri, de 30 años.

Preiti llegó el día anterior a Roma en tren y durmió en un hotel. Había pedido dinero a su madre y llevaba encima una pistola semiautomática Beretta, calibre 7.65, con la matrícula borrada, que había comprado en el mercado negro hace cuatro años, aunque no tenía licencia. Habría decidido liarse a tiros hace veinte días, aunque no ha explicado qué le impulsó. «He querido hacer un gesto impactante en un día importante, no odio a nadie en particular, pero estoy desesperado», confesó al fiscal. Según los primeros datos, además de los problemas que ya tenía, Preiti estaba enganchado al juego y el póker por internet y habría acumulado deudas.

Asombro familiar

En su entorno familiar ayer no eran capaces de creerse lo que había hecho. Su hermano, que no hablaba con él desde agosto y vive en el norte, estaba asombrado y pidió perdón en nombre de la familia: «No es un desequilibrado ni un terrorista, es una persona normalísima. Ayer fue a trabajar tranquilamente, me lo han dicho mis padres, pero no sé que le ha pasado, no consigo explicármelo, la mente humana a veces tiene un cortocircuito». El abogado de oficio que asistió ayer a Preiti refirió que al saber que había herido a dos 'carabinieri' «se ha echado a llorar y ha pedido perdón». Lo interpreta como «un ictus de rabia, tras años de depresión».

En el momento del tiroteo el nuevo Gobierno de Enrico Letta comenzaba la ceremonia de juramento de los cargos en el palacio del Quirinale, a cinco minutos del lugar del suceso. El ambiente era festivo pero los periodistas comenzaron a enterarse de lo ocurrido. Nadie advirtió a los ministros mientras cumplían con el ritual, pero un asesor de Alfano le dijo algo al oído. Le cambió la cara y se quedó de piedra. Lo mismo fue pasando con los demás hasta que la atmósfera se hizo grave. En el exterior del Quirinale, lleno de turistas, porque estaba previsto abrir el palacio al público, la Policía despejó de inmediato la zona. También se cortaron al tráfico las dos grandes calles del centro, Via del Corso y Via del Tritone, y durante la mañana reinó un clima de excepción.