El líder del Eurogrupo da explicaciones en La Haya sobre el rescate chipriota el pasado martes. :: REUTERS
Economia

Dinamita Dijsselbloem

El jefe del Eurogrupo remata el desastroso rescate chipriota con un incendio en los mercados al augurar quitas para los grandes ahorradores El novato ministro holandés levanta filias y fobias

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Jeroen Dijsselbloem ya conoce la potencia del bólido que pilota. Instalado en el sillón de mando del Eurogrupo, el ministro de Finanzas holandés ha coronado sus dos primeros meses en el cargo con una desastrosa gestión del rescate de Chipre. La responsabilidad del siniestro la comparte con la troika formada por el BCE, la Comisión Europea y el FMI, pero el incendio generado en los mercados llevaba su sello personal. Justo cuando los parqués empezaban a celebrar que el salvavidas de la isla se había cerrado, el presidente del bloque vació un bidón de gasolina al augurar nuevos tajos a los grandes ahorradores en el futuro. Se insiste en su falta de experiencia, pero los holandeses se confiesan directos y testarudos, dos cualidades poco útiles a escala comunitaria.

Dijsselbloem accedió a la jefatura del Eurogrupo tras una laboriosa negociación. Durante meses, se especuló con que el presidente fuera el titular de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, pero Francia se opuso. Había que buscar una alternativa y el ministro holandés cumplía los requisitos. Al tratarse de un político de centroizquierda, el Gobierno socialista de François Hollande podía respaldar su nombramiento. En el caso de Berlín, el 'sí' resultaba todavía más sencillo porque pertenece a un país con la Triple A, una calificación que defienden todos los grandes partidos con su tradicional apuesta por la disciplina presupuestaria. Dijsselbloem fue elegido el 21 de enero con el apoyo de todos los integrantes de la moneda única salvo España, que aprovechó para quejarse por su pérdida de peso en las instituciones europeas.

El responsable holandés desembarcó en Bruselas con algunos consejos de su predecesor, Jean-Claude Juncker. El veterano primer ministro de Luxemburgo, todo un emblema de la construcción europea, le pidió mano izquierda y que escuchara tanto a los socios grandes como a los pequeños. Dijsselbloem, de 46 años, parecía decidido a seguir las recomendaciones. En la capital comunitaria se había anticipado que era un político dialogante y con capacidad de tejer acuerdos imposibles. Estas cualidades suplían su escasa experiencia en puestos de primera línea. Diputado durante más de una década, no alcanzó un puesto ministerial hasta que fue designado titular de Finanzas en noviembre pasado.

Nacido en Eindhoven, Dijsselbloem vive con su pareja y sus dos hijos en Wageningen, una localidad de 38.000 habitantes bañada por el Rin. Allí, cultiva sus propias verduras en el exterior de su casa y cría una reducida piara de cerdos. Economista especializado en cuestiones agrícolas, nunca ha abandonado completamente su pasión por el campo, una de las señas de identidad de la región. Aunque es un estrecho aliado del líder del Partido Laborista, hasta el año pasado mantenía un perfil bajo en la política doméstica. Sus allegados le consideran un idealista con fuertes convicciones morales que se expresa con máxima franqueza. En 2007, adquirió cierta notoriedad al censurar la violencia en los videojuegos y las referencias sexuales en el mundo de la música.

Impuesto especial

Con los mercados en calma y el miedo a una ruptura de la moneda única casi olvidado, el aterrizaje de Dijsselbloem en el Eurogrupo fue suave. Sin embargo, su gestión empezó a complicarse al arrancar las negociaciones preparatorias del rescate chipriota en febrero. Entonces, la posibilidad de que los titulares de grandes depósitos asumieran una quita parecía casi impensable. La inquietud se disparó cuando el todavía flamante jefe del Eurogrupo se negó a descartar el hachazo. Pese a la clara indicación, la cuestión quedó en el tintero hasta que explotó hace dos semanas. De madrugada y contra todos los pronósticos, los socios aprobaron un durísimo salvavidas de clara inspiración alemana, que exigía que los millonarios rusos no se beneficiaran de la ayuda.

El pacto contemplaba un impuesto especial para todos los depósitos. En un intento por evitar que su centro financiero perdiera su atractivo, el presidente chipriota optó por respaldar un gravamen del 6,75% a los ahorradores con menos de 100.000 euros. Para las cuentas con fondos superiores, el tipo ascendería al 9,9%. La medida levantó una oleada de críticas en toda Europa. Aunque intentó corregir su error de inmediato, el Eurogrupo había aprobado vulnerar la normativa común que convierte en sagrados los pequeños depósitos. «Uno de los mayores errores en la historia de la moneda única», recordaba esta semana la revista germana 'Der Spiegel' en referencia a su «simbolismo explosivo».

A partir de ahí, los acontecimientos se precipitaron. El Parlamento chipriota rechazó la tasa y se temió que el país pudiera acabar quebrando porque era indispensable para que se activara el salvavidas. La única salida consistía en que el Eurogrupo negociara de nuevo con Nicosia. Dijsselbloem debía tener un papel primordial, pero quedó relegado. Los pesos pesados de la Unión, Herman Van Rompuy y José Manuel Durao Barroso, se unieron a la directora del FMI, Christine Lagarde, para desbloquear la situación. El pacto, cerrado el pasado lunes, resultó igualmente duro para la isla, que liquidará uno de sus bancos e impondrá una quita del 37,5% a los grandes depósitos. Al menos, se logró que los pequeños ahorradores quedaran a salvo de la rigurosa receta.

¿Problemas con el inglés?

La UE había vuelto a alejarse del abismo y los mercados empezaban a aplaudir el éxito. Los inversores respiraban aliviados hasta que Dijsselbloem irrumpió con una entrevista incendiaria. En ella, aseveró que el modelo chipriota serviría como referencia para futuros rescates bancarios. Es decir, que los dueños de depósitos superiores a 100.000 euros debían hacerse a la idea de que podrían sufrir pérdidas si su banco se tambaleaba. El mensaje también valía para los accionistas y los titulares de deuda emitida por las entidades. Todos eran susceptibles de afrontar quitas para que los gobiernos no tuvieran que cargar durante más tiempo con las recapitalizaciones. Bruselas trabaja desde hace meses en una normativa de este tipo, pero las críticas volvieron a reproducirse ante lo inoportuno del anuncio.

Dijsselbloem rectificó. O, al menos, intentó algo parecido. Insistió en que Chipre no será ningún modelo a seguir, que todos los rescates se diseñan a la medida. En una tertulia nocturna de la televisión holandesa, aseguró que había tenido dificultades con el inglés porque salió a relucir la palabra 'template', que se traduce como 'patrón' o 'plantilla', en relación con el salvavidas isleño. El jefe del Eurogrupo confesó desconocer el significado del vocablo, aunque domina de forma impecable la lengua anglosajona. Hijo de un profesor de inglés, pasó muchas vacaciones en una casa familiar en Reino Unido. Además, no renunció al espíritu de lo que había manifestado. «Todos los riesgos no deberían ser afrontados por los contribuyentes. Accionistas, titulares de deuda y depósitos también deberían contribuir», remarcó.

El primer ministro holandés, Mark Rutte, no dudó en respaldar sus «sensatas» palabras. Otros partidos, en cambio, le recomendaron haberse ido «a dormir un par de horas» tras la maratonianas negociaciones «en lugar de hablar con periodistas». Tampoco falta la teoría de que Jeroen Dijsselbloem buscaba abrir un debate respaldado por Alemania, que pretende anticipar a 2015 la entrada en vigor de la normativa que incluye tajos a los depósitos. Algunos analistas hicieron hincapié en que con Juncker, jefe del Eurogrupo durante ocho años, todo esto no habría sucedido. En su momento, el líder luxemburgués llegó a defender la opción de «mentir si la situación es grave». «Si indicas previamente posibles decisiones, estás alimentado la especulación», remarcó.