Apuntes

El comercio, en estado de alerta

Aunque los comerciantes dan un paso lógico al pedir una reunión a nivel local, la gravedad de su problemática trasciende a las competencias municipales

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Las impresiones que son fácilmente perceptibles en un paseo cualquiera, por el casco antiguo de la capital gaditana -como por el de cualquier ciudad de la Bahía, de Andalucía o de España- han tomado forma en los últimos días de comunicados alarmantes. Varias asociaciones de comerciantes gaditanos han puesto negro sobre blanco lo que cualquier peatón observa hace muchos meses. Que los cierres de pequeños locales alcanzan cotas epidémicas, que calles enteras se quedan sin más oferta que los carteles que anuncian que el inmueble está a disposición del que quiera comprar, alquilar o pagar un traspaso.

La situación es antigua, proviene del hundimiento económico que estalló en 2008, pero sus efectos no dejan de agravarse por acumulación. Casi cinco años después del estallido de una crisis que los dirigentes de entonces no supieron siquiera intuir, el desgaste es mayúsculo. El constante incremento del paro ha dejado las calles con menos consumidores que nunca, bien por falta de ingresos regulares, bien por miedo a perderlos de forma inminente.

La concatenación de sensaciones colectivas lleva a una parálisis del consumo como no se ha conocido. Y los pequeños comerciantes son los primeros en padecerla. Dan un paso lógico al denunciar la situación y al pedir una reunión a nivel local para tratar de buscar algunas medidas paliativas, siquiera de corto recorrido. Pero acertarían igualmente las asociaciones gaditanas si acudieran a esos foros de debate con una certeza indiscutible: que la problemática trasciende a las competencias municipales, que sólo puede plantear pequeños alivios. La recuperación del comercio depende de la del consumo y ésta de la del empleo, que a su vez está conectada con la productividad de los grandes cuadros económicos. Ignorar esa realidad es, simplemente, diagnosticar mal la dolencia.