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El portal de Bárcenas

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Uno de los temas que más preocupa a la ciudadanía es la corrupción y dos de las profesiones que más aborrece son la de juez y la de periodista. A los ciudadanos les molesta la mano ladrona del poder, pero odian al que se la señala y al que le pone las esposas. También hay ciudadanos que reclaman una necesaria y legítima limpieza fiscal entre la clase política y tienen la declaración de la renta hecha unos zorros. El español siempre ha sido un pueblo relativamente orgulloso, relativamente honorable, relativamente cobarde y absolutamente contradictorio.

La cuna de la prensa en España es hoy el portal de Luis Bárcenas, que es como el portal de Belén de los escándalos y de los contrastes. Dentro de la casapuerta hay calefacción y fuera, un frío que corta. Allí vive al que apodan 'Luis el Cabrón', perfectamente afeitado, peinado y sobrado, con ese aire pulcro y sofisticado del malo de 'Saw', de controlar un thriller psicológico que tiene a la derecha española agarrada por los cataplines. El tesorero viste abrigos de tweed inglés y el periodista, un anorak de montañero. La señora imputada sale a la calle con el Loewe, las pieles, el sombrero de cacería, la carita de asco y esas gafas de sol que miden lo que una grada del Ramón de Carranza, mientras las reporteras se pintan el ojo en los retrovisores de las motos.

El portal de Bárcenas es más que el símbolo de esa burguesía rematada de mármoles en las casas señoriales del barrio de Salamanca. Es una puerta cósmica, un vórtice, un 'stargate' entre un pueblo que se siente estafado y la presuntísima clase olímpica del mangoneo, admirada hasta ayer como el éxito del pelotazo. El encuentro de dos universos es apasionante, magnético como un choque de trenes. Entre ellos, un portero que sonríe para adentro y una prensa que se parte de risa cuando la familia llama indignada a la Policía y preguntan por qué no les han ' limpiado' la puerta de casa, como si la criada no hubiera sacado la basura. ¡Cómo está el servicio! «Sois carroña», le suelta una vecina a la prensa. No, señora; aquí nosotros somos los buitres. La gente ya ni siquiera ve documentales.