ESPAÑA

RAJOY NO ABRE LA CAJA DE BÁRCENAS

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Luis Bárcenas ha devuelto a Mariano Rajoy al cenagoso terreno de la política con minúsculas, al fuego cruzado de las acusaciones de corrupción. Una etapa que el presidente del Gobierno, inmerso en la arquitectura financiera y política de la nueva Unión Europea y obsesionado con evitar el rescate de la economía española, daba ya por superada.

Cuando la figura del poderoso extesorero del PP se había convertido en una sombra escondida entre los legajos del sumario judicial del 'caso Gurtel', el descubrimiento judicial de que Bárcenas amasó una fortuna de 22 millones de euros que escondía en un banco suizo y los presuntos pagos que el propio exsenador habría realizado en dinero negro a altos cargos del PP ha conmocionado al partido e indignado a una buena parte de la sociedad española.

Cuatro días después de que las autoridades suizas comunicaran a la Audiencia Nacional el hallazgo de las cuentas de Bárcenas, Mariano Rajoy se pronunció sobre este turbio asunto. Lo hizo ayer en Almería, durante la clausura de un acto con cargos municipales y provinciales de su partido y ante un nutrido grupo de periodistas que no pudieron arrancarle ninguna respuesta al presidente del Gobierno, tan solo una ironía.

Cuando le preguntaron a Rajoy si era verdad que en el PP se pagaban sobresueldos en dinero 'b', el líder del PP respondió con un lacónico: «Sí, hombre». Una clara muestra de la típica retranca gallega que generó a los pocos minutos miles de comentarios en las redes sociales.

Mariano Rajoy ha intentado gestionar esta crisis como más le gusta: midiendo los tiempos e intentando vadear el temporal. Una técnica que le fue bien en el pasado, pero que se antoja insuficiente en un momento en el que se mezclan la desazón ciudadana por los recortes y ajustes aprobados por el Ejecutivo del PP y una palpable decepción ante la clase política general.

«No todo es sucio»

Ayer, Rajoy comenzó con una cerrada defensa del compromiso, la nobleza, la generosidad, la renuncia y la grandeza que rodea a las personas con vocación pública. «No es aceptable que se diga que todo en la política es sucio», remachó.

Este prólogo hizo presagiar que el líder del PP no se iba a andar con rodeos y que, esta vez sí, cogería el toro por los cuernos. No fue del todo así. Rajoy eludió censurar de manera directa a Luis Bárcenas y tampoco fue rotundo a la hora de negar que altos dirigentes del PP habían cobrado supuestamente sobres con dinero en metálico procedente de donaciones de empresas y particulares.

Admitió que el PP es hoy objeto de polémica, pero lejos de amedrentarse, sacó pechó. Aseveró que su formación siempre ha actuado «con transparencia y rigor siempre que se han producido comportamientos irregulares». ¿Esto significa que Rajoy admite que Bárcenas obró de manera deshonesta? No, al menos, en lo que respecta a la contabilidad del partido.

Rajoy destacó que los tres últimos secretarios generales que ha tenido el Partido Popular, Ángel Acebes, Javier Arenas y la actual, María Dolores de Cospedal -no mencionó a Francisco Álvares Cascos-, habían dicho «claramente que las cuentas del partido se habían ajustado a la legalidad y no se había producido irregularidad alguna».

Un desmentido que, a juicio del máximo dirigente popular, tenían el calado suficiente para dar carpetazo al asunto de los sobres. «Creo que estos secretarios generales cuentan con una trayectoria de honradez y dedicación que es garantía para todos nosotros», enfatizó.

Una tibia respuesta a tenor de las exigencias que durante los últimos días le habían planteado todos los partidos de la oposición, en especial del PSOE, que reclamaron una explicación detallada. Pero Rajoy ni siquiera contempló esa posibilidad. Horas más tarde de su intervención, María Dolores de Cospedal anunció que el PP iniciará una investigación interna para esclarecer si Bárcenas cometió algún tipo de irregularidad durante los casi veinte años que fue primero gerente y, desde 2008 hasta 2010, el tesorero del PP.

La secretaria general prometió desde Lugo, donde asistió a la reelección de Alberto Núñez Feijóo como presidente del PP gallego, que los ciudadanos tendrían a su disposición todas las cuentas del partido.

Palabras prohibidas

Rajoy apostó una vez más por rodear el meollo de la cuestión. Como en una especie de juego donde hay palabras prohibidas, el presidente del Gobierno no se refirió a Bárcenas, pese a que todos los que le estaban escuchando en ese momento en Almería sabían perfectamente que se refería al exsenador y exmilitante popular.

«Hay personas -expuso- que estaban asumiendo unas responsabilidades políticas en el partido y que ya no están, el partido actuó y se adoptaron las responsabilidades políticas, ahora hay asuntos en los tribunales y quienes están actuando son los tribunales», afirmó Rajoy. Unos datos que, sin la consiguiente interpretación, apenas son entendibles para expertos en la materia.

La cuestión, en síntesis, es que el presidente del Gobierno, empujado especialmente por María Dolores de Cospedal, forzó en abril de 2010 la renuncia de Bárcenas después de su imputación en el caso que investiga la existencia de una presunta trama corrupta que habría logrado un trato de favor de varias administraciones públicas gobernadas por el PP.

El presidente, en cualquier caso, se mostró muy tranquilo. De hecho, recalcó que la mejor garantía para «los ciudadanos y para los políticos honrados» es que la justicia actúe» y prometió todo el apoyo de su formación política al juez de la Audiencia Nacional que instruye el 'caso Gürtel', Pablo Ruz, que ahora ha abierto una pieza separada tras el hallazgo de las cuentas suizas de Bárcenas.

La única promesa que hizo Rajoy en Almería es que tendrá tolerancia cero hacia los casos de corrupción en su partido, caiga quien caiga. Un argumentario muy parecido al que utilizó el viernes Cospedal. «Solo os puedo decir que si alguna vez tengo conocimiento de irregularidades o de conductas impropias que afecten a militantes de nuestro partido, no me temblará la mano», señaló entre aplausos de los militantes de su partido.

El jefe del Ejecutivo recomendó a todos los políticos en general, y a los del PP en particular, la necesidad de «ser más ejemplares, si cabe, en nuestras conductas». Argumentó que muchos españoles lo están pasando «muy mal» en la actual coyuntura económica «y solo les podemos pedir esfuerzo y sacrificios si nuestros compatriotas ven que nuestros comportamientos están fuera de toda sospecha», remató.