La candidata independentista Pauline Marois saluda a un grupo de votantes en la estación de Saint-Bruno-de-Montarville en Montreal. :: CHRISTINNE MUSCHI / REUTERS
MUNDO

Quebec abre la puerta a los independentistas

La corrupción y las protestas estudiantiles dominan una campaña electoral que puede devolver el dominio a los soberanistas

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Desde que el Partido Liberal derrotara hace casi una década a los soberanistas del Partido Quebequés, la economía y las reformas de la administración han logrado desplazar al independentismo del centro del debate político en Quebec. En lugar de las tensiones generadas por los periódicos referendos para salirse de Canadá habituales en años los 80 y 90, los ciudadanos de la provincia francófona habían vuelto su interés hacia asuntos nunca resueltos como la grave corrupción en las altas esferas o una mejor gestión de los fondos públicos. Fruto de la contestación popular a algunas de esas reformas son las huelgas estudiantiles que han paralizado Montreal y otras ciudades a lo largo en los últimos meses a cuenta de la subida de las tasas universitarias. Con las disputas entre federalistas e independentistas otra vez al rojo vivo, el primer ministro, Jean Charest, ha llamado a las urnas este martes. Según las encuestas, la situación está servida para el regreso al poder de los separatistas.

Pauline Marois, líder del Partido Quebequés, ha llevado a cabo una agresiva campaña contra el federalismo que la coloca por delante de una colación de centro derecha formada hace nueve meses -Coalición Futuro Quebec- y de los propios liberales. Si Marois se lleva el 33% de votos, como predicen los sondeos, quedaría por debajo de la mayoría absoluta pero en una situación muy cómoda para gobernar porque se da por seguro el apoyo de otras formaciones de corte independentista.

Entre los asuntos centrales de la campaña sobresalen las denuncias de la oposición sobre supuestos casos de corrupción entre el Gobierno y varias constructoras. La provincia, en particular la ciudad de Montreal, ha sido escenario de numerosos incidentes relacionados con defectos de construcción en edificios, puentes y otras obras públicas. Las investigaciones han relacionado algunos de estos fallos con las chapuzas de la industria para ahorrar parte del dinero cobrado. Los clásicos pelotazos.

Muchos de los anuncios políticos que vomitan estos días los canales de televisión parecen más propios de otras latitudes que de la países con el prestigio de Canadá. A los habitantes de la provincia esta imagen les sorprende poco. 'Macleans', una respetada publicación semanal, señala que Quebec es el epicentro de la mafia nacional mientras que en sus ciudades proliferan las bandas de moteros y grupos racistas violentos. En medio de su recuento, la revista recuerda que la fuerte corrupción ha dominado la vida política local durante décadas, «incluidas las cuatro legislaturas que gobernó el Partido Quebequés».

Combatir la corrupción

Para defenderse de las acusaciones más calientes, la ministra de Trabajo, Lise Theriault, ha machacado durante la campaña que los liberales han aprobado 12 leyes para combatir la corrupción. Entre esas medidas, una persona perdería el derecho a votar durante cinco años si se la descubre haciendo donaciones económicas a formaciones políticas bajo un nombre falso. Muchos millones de importantes corporaciones o empresarios han ido a parar a las arcas de los partidos amparándose en esta práctica.

La gran pesadilla del partido en el poder, y que puede costarle al final las elecciones, fue la decisión de subir las matrículas universitarias a comienzos de año. El costo anual actual está sobre los 2.519 dólares (2.000 euros) al año, mucho más baratas que en el resto de las provincias canadienses. Cuando Charest anunció que iba a incrementar las tasas en 300 dólares (238 euros) más, su argumento de que los estudiantes en Quebec seguirían pagando menos que el resto de Canadá no funcionó. Decenas de miles de personas salieron a la calle en Montreal y otros centros urbanos, muchos enmascarados, incendiando coches y rompiendo escaparates a su paso. Las protestas se recrudecieron cuando el Gobierno estatal aprobó otra ley restringiendo las manifestaciones que fue vista como un asalto a las libertades civiles.