Tribuna

Estrategia de la UE para los derechos humanos

ALTA REPRESENTANTE DE LA UNIÓN EUROPEA PARA ASUNTOS EXTERIORES Y POLÍTICA DE SEGURIDAD Actualizado: Guardar
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Gracias a mi trabajo tengo la suerte de conocer a presidentes y primeros ministros, de tratar los temas de mayor peso con las personas más poderosas. Sin embargo, las personas que me causan mayor impresión no son por lo general las que saludo en imponentes edificios delante de las cámaras. Son los hombres y mujeres que he conocido en plazas y calles polvorientas, en escuelas abarrotadas y en casas acogedoras. De Varsovia a Soweto, de Yuba a Yangón, son las personas que han desafiado y derrotado la tiranía.

En todo el mundo, lejos de la tribuna de la Asamblea General de la ONU y del Consejo de Asuntos Exteriores en Bruselas, estas personas se esfuerzan por marcar una diferencia en su -y nuestro- mundo. Pueden estar motivadas por una pequeña injusticia o por un crimen horrendo. Pueden ser conscientes de sus derechos o no tener conocimiento de la ley. Sin embargo, un rasgo común de todos ellos es la voluntad de superar el miedo y la opresión y de luchar por un mundo mejor. Estos son los tipos de personas que han entrado en política para ayudar. Este es el tipo de campeones que quiero defender. Aquellos para los que quiero que trabajen la UE y el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE).

Por consiguiente, desde que asumí el cargo siempre me he centrado en situar la promoción de los derechos humanos en el centro de la política exterior de la UE. Pero, como ya he descubierto en los últimos años dos años y medio durante los viajes que he efectuado a casi todos los continentes y en incontables reuniones, el poder defender al tipo de personas que merece nuestro apoyo exige que la UE supere dos retos fundamentales, cada uno de los cuales puede socavar la lucha, suya y nuestra, para construir un mundo mejor.

El primer desafío tiene que ver con la coherencia de la UE. Con demasiada frecuencia escucho preguntas sobre si la promoción de los derechos humanos puede, de hecho, integrarse en las políticas de la UE en materia de ayuda, de comercio, de cambio climático y de ampliación. O si la UE puede eludir el tipo de doble moral que ha causado problemas en el pasado. Pero yo tengo claro que no podemos tener éxito si solo hablamos de derechos a los que nos quieren escuchar, y de no ser así guardamos silencio. Que no podemos olvidar los derechos humanos solo porque estemos hablando con los gobiernos acerca de las relaciones comerciales o los vínculos energéticos. La ética es indivisible.

Esa es la razón por la que la estrategia de la UE para los derechos humanos que he puesto en marcha promete situar los derechos en el centro de «las relaciones de la UE con todos los terceros países» y «fomentar los derechos humanos en todos los ámbitos de la acción exterior sin excepción», incluyendo «las políticas de comercio, de inversión, de tecnología y telecomunicaciones, de Internet, de energía, de medio ambiente, de responsabilidad social de las empresas y de desarrollo». Cuando conocí a Aung San Suu Kyi en Birmania/Myanmar a principios de este año pude hacerlo con orgullo, sabiendo que la UE ha promovido el aislamiento del Gobierno birmano a pesar de los indudables beneficios -no en pequeña medida comerciales- que el apaciguamiento habría ofrecido. Ahora podemos aliviar las sanciones y confiamos en hallar maneras de apoyar la transición, ya que los birmanos saben que estábamos en el lado correcto de la historia desde antes.

El segundo desafío está relacionado con las repercusiones de la crisis del euro. Tenemos que aceptar que, para algunas personas, la crisis ha suscitado dudas sobre la contundencia de la proyección internacional de la Unión y, especialmente, sobre su capacidad para defender los derechos humanos a escala mundial. El éxito económico de varios países con regímenes autoritarios ha debilitado incluso (llegan a pensar algunos) la relación entre democracia liberal y prosperidad económica.

En todo el mundo las personas creen en lo que nosotros creemos. Consideremos la 'primavera árabe' y lo que reclaman los que se manifiestan en la plaza Tahrir. Piden trabajo, dignidad y derechos. La UE tiene un mejor historial de eficacia y apoyo en relación con estas demandas que cualquier otra potencia. La política mundial estará cada vez más determinada por lo que reclama la gente común, sus anhelos de derechos, paz y prosperidad, mientras que los medios sociales cada vez transmitirán más su mensaje, y permitirán que los activistas rompan su aislamiento, para difundir ideas y denunciar la opresión. La UE se creó para abordar estos temas y ha tratado de respaldarlos a escala mundial. Ninguna otra potencia puede decir lo mismo. Nuestro compromiso con los derechos humanos no se atiene al ciclo económico.

No perdí tiempo, cuando asumí el cargo, en aclarar cuán importante considero que será la labor de la UE sobre los derechos humanos; y ahora he estado a la cabeza de los ministros europeos de Asuntos Exteriores a la hora de reafirmar el destacado lugar que deben ocupar estos valores en toda la política exterior de la UE. En breve nombraré al primer representante para los derechos humanos de la historia de la UE, cuya tarea será plasmar este compromiso con los derechos humanos en la práctica de la política exterior. Será un trabajo duro, pero gratificante. Esta es la razón por la que entré en política, por la que sigo en ella y por la que deseo que sea conocido el SEAE.