Grímsson, junto a su esposa Dorritt, en un colegio de Reikiavik. :: EFE
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A Islandia le gusta su presidente

Grímsson obtiene su quinto mandato consecutivo con el 52,8% de los votos y una hábil estrategia contra su principal rival

REIKIAVIK. Actualizado: Guardar
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Al final del quinto mandato que ahora estrena, Ólafur Ragnar Grímsson habrá estado veinte años en la presidencia de Islandia. En las elecciones del sábado, sus conciudadanos renovaron su confianza, con un 52,8% de los votos, en este profesor de Ciencias Políticas de 69 años, primero militante centrista, más tarde diputado socialdemócrata y ministro de Finanzas hasta que en 1996 dio con su verdadera vocación: ejercer la presidencia del país.

Grímsson inicia un nuevo periodo de cuatro años después de igualar, con los 16 que ya lleva en la residencia de Bessastadir, a la primera y más longeva presidenta de Islandia, Vigdís Finnbogadóttir. Y ha resultado reelegido en un país que confía a dos mujeres socialdemócratas la jefatura del Gobierno y la presidencia del Parlamento. La presencia femenina alcanza un 43% en la Cámara y es mayoritaria en el Ejecutivo, una situación que los sociólogos explican como reacción de los islandeses contra una cultura política más tradicional y masculina que relacionan en parte con la crisis que dejó al país al borde de la bancarrota en octubre de 2008.

Aquella fue una difícil coyuntura en la que el ya eterno presidente supo moverse con considerable habilidad. En 2010 y en 2011 se empleó a fondo -derecho de veto incluido- para forzar un referéndum e impedir que Islandia tuviera que pagar a Reino Unido y Holanda el dinero que estos países habían adelantado a sus ahorradores por la quiebra del banco islandés Icesave.

Euroescepticismo

De las dos consultas populares salió un tajante 'no' al Gobierno que promovía las compensaciones y una gran popularidad para el presidente, no exenta de críticas porque algunos islandeses todavía recuerdan los buenos tiempos en que Grímsson recorría el mundo hablando de «la nueva expansión vikinga». Y su principal rival el sábado, Thóra Arnórsdóttir, una joven periodista madre de seis hijos, no duda en hablar de un dirigente que se excede en sus funciones.

La habilidad del veterano político al descalificar a esta mujer como supuesta «títere» del Gobierno y movilizar el tradicional sentimiento euroescéptico de los islandeses en un momento en que el país negocia el ingreso en la UE proporcionan a Grímsson otros cuatro años para seguir supervisando a su manera los destinos de una Islandia que ya vuelve a crecer al 2,4%.