Varios milicianos descansan en una calle del distrito de Qaboun. :: REUTERS
MUNDO

La ONU se queda sin amigos

Los cascos azules quieren convencer al régimen sirio para acceder a un feudo suní del norte y recuperar la confianza de la gente

LATAKIA. Actualizado: Guardar
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Hace una semana que las fuerzas de seguridad sirias tratan de acabar con la resistencia armada de Al Haffa, el mismo tiempo que lleva la ONU pidiendo a las autoridades acceso a la zona para poder asistir a los civiles que se encuentran atrapados en mitad del fuego. No es la primera vez que los observadores son bloqueados por lo que Kofi Annan, cuyo plan de paz está cada vez más en entredicho, exigió al régimen de Damasco el «acceso inmediato» de sus equipos. El enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria confesó en su último comunicado estar «especialmente preocupado por los informes que indican el uso de mortero, helicópteros y tanques en la ciudad de Al Haffa. Hay indicios que indican que un gran número de civiles están allí atrapados».

Al Haffa se encuentra a 22 kilómetros de Latakia, en el noroeste del país, y es el único feudo suní en esta zona costera predominantemente alauita, secta próxima al chiísmo a la que pertenece el presidente Bashar El-Assad, originario de esta región. «Está tomada por islamistas extranjeros llegados desde Idlib», asegura Nicola, empleado de un hotel de lujo donde la gente ve los partidos de la Eurocopa fumando pipas de agua, disfruta de playa privada y nada indica que a unos minutos en coche hay bombardeos diarios.

Además de la cerrazón de las autoridades sirias, la ONU se enfrenta a la oposición de los vecinos de las aldeas próximas que frenan sus vehículos porque se ha difundido el rumor que podrían ayudar a escapar a los fugitivos. Una situación similar a la ocurrida hace menos de una semana en la aldea de Qubair, próxima a Hama, donde los cascos azules fueron frenados durante 24 horas por soldados y civiles cuando trataban de investigar la muerte de decenas de civiles. Cuando llegaron solo encontraron las casas calcinadas y algunos restos de sangre, ningún rastro de los cuerpos. Esta vez el organismo internacional ha desplazado varios equipos y en las próximas horas hará un nuevo intento.

Los periodistas acreditados solo pueden salir de Damasco acompañando a las misiones de la ONU. En el trayecto de cuatro horas hasta Latakia no se cruza un solo puesto de control, ni siquiera al pasar por Homs. Desde la circunvalación que rodea a este bastión rebelde se ven las columnas de humo negro fruto de la reanudación de los bombardeos por parte del Ejército, según denunciaron los medios opositores.

En la carretera principal los guardias de tráfico controlan la velocidad con radares móviles, las áreas de servicio trabajan con normalidad y el tráfico es denso, sobre todo por los camiones que cubren la ruta de Turquía y Líbano. «Los puntos calientes son muy claros y están bien señalados por las fuerzas de seguridad, allí la gente está dispuesta a luchar hasta el final, pero también existe otra parte del país donde las cosas siguen como antes», apunta una fuente cercana a la misión internacional que lleva dos meses en el país y que subraya «la impotencia» de los observadores por no poder hacer su trabajo.