CARTAS A LA DIRECTORA

¡¡Dios mio!!

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Esta frase tan castiza, que en España la dicen tanto católicos como ateos, agnósticos o librepensadores ante algo extraordinario o muy asombroso, es la que empleo ahora cuando veo, oigo o leo lo que está pasando últimamente en nuestra querida España. La digo cuando pienso en nuestros queridos soldados que están realizando diariamente su heroico trabajo, defendiendo sus vidas a tiro limpio y sin embargo la sociedad española pasa olímpicamente de ellos. La digo cuando veo cómo se ha extendido la corrupción por el suelo pátrio(casos Malaya,Palma, Gürtel,Enoos, Fondo de Reptiles, EREs falsos, Campeón, etc), realizada, permitida, tolerada y jaleada por numerosos dirigentes políticos que deberían estar en la cárcel haciéndoles devolver previamente lo malversado. La digo cuando leo y oigo que el principal partido de la oposición, a pesar de la desolación en que ha dejado a la nación tras su paso por el Gobierno, lo primero que haría para resolver los gravísimos problemas por ellos engendrados sería romper los Tratados con el Vaticano ¡Toma ya! La digo cuando veo que los dirigentes sindicales, en una de sus mayores indecencias, eligen el 11 M para, ahora, sentirse próximos a las víctimas del mayor atentado de la historia de España, cuando hasta este momento les han importado un pepino. La digo cuando estos días veo, oigo y leo cómo mi querida Andalucía está en mala boca por la indecente actuación de los máximos dirigentes políticos de la Junta. Es necesario, por higiene social, que tanto inepto y corrupto sea alejado de sus actuales puestos y que la Justicia haga lo que tiene la obligación de hacer. Con la certeza de que de ésta sabremos salir, me quedan muchísimas más cosas que me obligan a decir ¡Dios mío!