LA CERBATANA

EL CORO

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Hacía años que no veía la Gran Final. Desde que sus hijos volaron del nido ella dejó de ver el Concurso. Ni siquiera cuando el coro de su marido actuaba en primer lugar ponía Canal Sur para ver la actuación, tal era el odio que les tenía a todos. Pero, esto no siempre fue así.

Él ya salía en el coro cuando se conocieron y esa era una razón más para presumir ante sus amigas. Tenía un novio corista. Tras los ensayos él iba a recogerla a su casa para charlar e ir a dar un paseo por la Alameda. Era el período de enamoramiento. Durante el carnaval también se disfrazaba como ellos y seguía la batea alrededor de la Plaza de Abastos como si de un paso de Semana Santa se tratara. Entonces, cambió de amigas y ya sólo trataba con las novias y esposas de los coristas. Pocos años después se casaron en una ceremonia a la que, por supuesto, no faltó el coro al completo que intercalaban los tangos con visitas al cuarto de baño.

Con el tiempo el coro se volvió una pesadilla. Tenía la esperanza de que algún día su marido lo abandonara como habían hecho otros a medida que chicos más jóvenes se incorporaban. Vana esperanza. Tantos meses de ensayos lo mantenían continuamente fuera de casa y por las noches ella lo esperaba adormilada en la cama. En los últimos años hasta los fines de semana estaba sola por las actuaciones del coro en la quinta puñeta. El coro le había robado a su marido y él tenía claro el orden de prioridades: lo primero era el coro. Hoy se arrepentía de no haber sido como una de aquéllas otras chicas que dejaron a sus novios cuando se dieron cuenta a tiempo de que no podían competir con el puto coro.