GRASA

El martes asistí en Barcelona a una animadísima comida. La organizaba la doctora Ana Torres Maczassek para informar a un reducido grupo de periodistas (todas mujeres) sobre la revolucionaria técnica de la lipotransferencia. La lipotransferencia (no confundir con la transferencia bancaria, ahora en vías de extinción) es una técnica por la cual el especialista en cirugía plástica extrae grasa de allí donde te sobra para colocártela allí donde te falta. Vamos, la cuadratura del círculo. Una de las primeras cosas que nos advirtió la doctora al comenzar su charla, ilustrada con el oportuno soporte audiovisual, es que para realizar la lipotransferencia el paciente debe tener (evidentemente) algo de grasa sobrante. Y esto nos lo fue a decir justo cuando hacían acto de presencia el ibérico jamón, el crujiente pan, el aromático aceite de oliva, las croquetas... Total, que las allí presentes concluimos: «¿Que es necesario tener grasa sobrante? Siga usted, doctora, que nosotras la escuchamos mientras vamos haciendo depósito». Había olvidado aclarar que Ana Torres figura entre los herederos de las famosas bodegas Torres y que nos citó en una de las vinotecas de su familia. Ignoro qué le ha llevado a una descendiente de bodegueros y restauradores a especializarse en afinar nuestra silueta, pero intuyo que algo tendrá que ver con la ley de la compensación. Durante la comida, al calor de un buen tinto y mientras nos esforzábamos por hacer acúmulo de grasa (esta vez, grasa con causa), se habló de las peligrosas prótesis mamarias PIP (que en su día muchas mujeres creyeron fiables y hoy deben retirar de su cuerpo), de Iñaki Urdangarin (que hay que ver lo mal que se portó con aquella novia de Barcelona, según dijo alguien que lo trató en su pasado pre-ducal) y de Josep Santacana, el marido de Arantxa Sánchez Vicario (que más que comisionista de un conocido subastero -oí decir- era su chico de los recados, el que le cuidaba los Ferrari y los Porsche). Total, tres asuntos con un elemento en común: la mala prensa.