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Campeones sin gloria Óscar Pereiro, Samuel Sánchez, Edurne Pasaban... hablan los héroes 'tardíos' que genera el deporte: «Las cosas hay que vivirlas en su momento»

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Samuel Sánchez es uno de los deportistas que más ha llorado en lo alto de un podio. Lo hizo a moco tendido cuando ganó la medalla de oro de ciclismo en ruta en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Y esta misma semana ha conseguido otra gesta, escalar del cuarto al tercer puesto en el Tour... de 2010. La sanción impuesta a su colega y amigo Alberto Contador por dopaje, que ha desposeído a éste de sus títulos del Tour y el Giro en los dos últimos años, ha colocado al ciclista asturiano del equipo Euskaltel Euskadi en los libros de historia, pero lejos de sentir las lágrimas de alegría correr por su rostro, vive emociones muy diferentes. Subido a su bicicleta, pedaleando contra el frío de estos días para preparar la Vuelta a Andalucía, siente «tristeza e indiferencia». «No se puede tener a una persona, a Contador, en vilo 500 días cuando al final le dan sanción máxima y sin indicios de dopaje», dice en defensa de su compañero. Y sobre la buena nueva que a él le toca: «Pensar en ser tercero cuando han pasado dos años... las cosas hay que vivirlas en el momento. Vale que mi nombre aparecerá en el tercer puesto en las enciclopedias, pero ahora no es bonito. Y no puedes renunciar a esto, soy tercero y así es, pero no he hecho nada por que me reconozcan esto, hay que aceptarlo como viene y sin más. Yo me quedo con la lucha en la carretera».

Es el último caso de una cada vez más larga lista de deportistas que escalan un puesto en el podio gracias a que otro se descabalga de él. Campeones sin gloria, ganadores de segundo plato que viven un reconocimiento tardío. Pero no todos se lo toman como Samuel Sánchez, porque los casos son muy variados. En 2006, otro ciclista, el gallego Óscar Pereiro, vestía de amarillo los últimos días de la ronda gala hasta que Floyd Landis, tras sufrir una pájara en Los Alpes, experimentaba al día siguiente una extraordinaria aunque extraña recuperación: ganó la etapa gracias a una increíble escapada de 120 kilómetros, lo que, unido a su buena actuación en la crono, le sirvió para arrebatar a Pereiro el maillot de líder y subir a lo más alto del podio. Poco después se conocía la noticia de su supuesto dopaje. Y 13 largos meses más tarde la organización del Tour otorgaba la prueba al gallego, que recibía la codiciada prenda amarilla en una ceremonia en España que contribuyó a aliviar en parte su «agobio» por el robo de un momento único en la vida: «Solo piensas en que te has perdido la fiesta en París, el ver a todo tu equipo vestido de amarillo. Echo la mirada atrás y me acuerdo de aquellos 13 meses, en los que estuve expectante y agobiado, aunque yo habría sido feliz siendo el segundo. Y luego te das cuenta de que como no puedes vivir tu gran día, has de aceptarlo. Después, aquella ceremonia ya en España fue una liberación, una alegría muy grande porque se hace oficial que tú eres el ganador del Tour, aunque no pueda igualarse a la celebración en París».

En aquella ocasión, los representantes del Tour se desplazatron hasta el Consejo Superior de Deportes, en Madrid, para dar empaque a aquella ceremonia de reparación. Otorgaron a Pereiro el maillot amarillo -«creo que uno diferente al que le dieron a Landis», dice él- y el trofeo. Recibió los 450.000 euros del premio (el segundo gana unos 100.000 menos), y aunque cada deportista es libre de hacer lo que quiera, Pereiro siguió esa regla no escrita del ciclismo por la que el dinero se reparte entre los compañeros de equipo. Landis ni siquiera lo había recibido, porque la organización tarda unos seis meses en pagar, y, además, el premio queda bloqueado en cuanto hay una denuncia por dopaje que aclarar.

Edurne contra Oh

Los casos más abundantes y conocidos se están dando en el ciclismo, pero llueve para todos. Hay quienes deben devolver medallas ganadas en las Olimpiadas de otras disciplinas. Desde el Comité Olímpico Español (COE) confirman que en nuestro país, el único en este trance ha sido el esquiador Johann Mühlegg, ganador de tres oros en Salt Lake 2002 para asombro de todo el país, que apenas había oído hablar de Juanito, como se le empezó a conocer cariñosamente. Le suspendieron dos años por usar una sustancia «análoga» a la EPO y tuvo que devolver los premios. No le sentó nada bien; así lo recordaba en una entrevista años después: «Las medallas se las di a mi abogado, Marcos de Robles, y supongo que él las entregó al Consejo Superior de Deportes o al Comité Olímpico Español. Cumplí la suspensión en 2004. Hablamos un poco, pero decidí que lo mejor era dejarlo. Yo era un pobre deportista al que nadie quiso ayudar. Es todo política. La alta competición es historia pasada para mí», sentenciaba. Hoy vive en la Baviera donde nació. Otros esquiadores recibieron sus oros y los responsables del equipo español le apartaron del puesto de abanderado en la ceremonia de clausura sustituyéndolo por la granadina María José Rienda.

Un caso algo diferente es el de Edurne Pasaban, la primera mujer en hollar los 14 ochomiles, aunque su gesta fue usurpada por la coreana Oh Eun-Sun, que poco antes de que la vasca consiguiera culminar su proyecto anunciaba que ella lo había logrado antes. Aquí no hubo acusaciones de dopaje, aunque en el fondo se trata de lo mismo (excluyendo los ejemplos dudosos o injustos): una mentira que arrebata a un deportista la alegría y la ilusión del momento, aunque se acabe por dar al césar lo que es del césar.

- ¿Cómo se quedó cuando, a poco de conseguir los 14 ochomiles como primera mujer y en plena expedición, se entera de que la coreana Oh Eun-Sun anuncia el logro de la misma gesta?

- Yo estaba a punto, me faltaba una cima, pero lo primero cuando alguien consigue algo es alegrarse, aunque ya había muchas dudas sobre alguna de las subidas. Te dices 'bueno, esto es un proyectro individual y sigo adelante, no seré la primera pero da igual'. En este deporte siempre te basas en que la gente dice la verdad.

- Y despues, uno de los sherpas que subieron con la coreana a aquella cima le comenta a usted que quizá no llegaron hasta el final.

- Ahí es cuando empiezas a pensar que si la verdad tiene que salir algún día, pues ya saldrá. Aunque nunca pensé que sucedería tan pronto. Eso ocurre en primavera, y en agosto, cuando yo estaba en un barco por Ibiza, llego a puerto y tengo un montón de llamadas para decirme que oficialmente era yo la primera mujer en subir los 14 ochomiles. Me quité un peso de encima, la verdad, y piensas que sí vas a pasar a los libros de historia, pero sin más.

- ¿Siente que le arrebataron parte de la ilusión con lo sucedido?

- Bueno, más que nada es una forma rara de terminar un proyecto en el que has puesto tanta ilusión. Llegas a la última cima y otra persona acaba de hacerlo, y encima hay dudas sobre ello. Fue todo muy extraño. En nuestro caso no hay título, diploma o trofeo, solo la confirmación oficial y ya está. Y después llegan los homenajes de la gente. Todavía hoy la gente por la calle me para con cariño y me pregunta por la coreana.

- ¿Le llamó ella para felicitarla?

- No, y eso que yo sí lo hice cuando ella anunció que lo había logrado.

- ¿Le pidió perdón por la mentira?

- Tampoco. En un primer momento pensamos que Oh creía realmente que había llegado y me daba lástima que hasta la propia Federación coreana lo pusiera en duda. Luego, con el tiempo, creo que ella sí sabía que estaba mintiendo.

Las relaciones entre los aupados y los descabalgados se vuelven extrañas, a veces la amistad existente se enfría. Es el caso de Pereiro y Landis: «Después de aquello no volvimos a hablar nunca, quizás porque por parte de la prensa había cierto interés en lograr una foto juntos y yo quería evitar el morbo, pero no me llamó después de la ceremonia para felicitarme», confiesa Pereiro. El caso de Alberto Contador y Samuel Sánchez es diferente, porque la sanción es cuestionada y ambos son amigos desde hace mucho. En cuanto a Pasaban y la coreana... «Si la veo, hola y hola. Nos encontramos en una feria de montaña en Múnich y ella andaba muy tranquila. Menos cuando aparecían periodistas españoles, claro».

La historia más llamativa fue la protagonizada por dos flechas, Ben Johnson y Carl Lewis en Seúl 88. El 24 de septiembre, tras unas series en las que el canadiense no brilló, éste ganó a Lewis en la final de los 100 metros. La orina del primero sacó a la luz uno de los casos de dopaje más famosos y puso aquel oro en manos del estadounidense. Aquel día se convirtieron en el malo y el bueno de la película. Hoy, cuando ambos acaban de cumplir 50 años, muchos siguen recordándolos así.