Cartas

Las modas

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Hay gran profusión de modas en todos los órdenes. Hoy me voy a referir a las 'modas' de las creencias. Nunca ha habido tanta superficialidad e ignorancia en la tipología del creer. Jamás ha existido tanto agnóstico ignorante. Naturalmente pido perdón a los ignorantes porque en mi fuero interno jamás ha existido la intención de ofender, y menos si no tienen la culpa de sus desconocimientos. Pero sí la de intentar, si acaso convencer y sacar de su no saber.

Hay que buscar un asidero, hacerse con él, porque esta sociedad turbulenta que nos engulle en su consumismo de la mano de un hedonismo galopante, hace que sea incompatible vivir con un comportamiento en la naturalidad, ahora chocante, en el que el pudor y la modestia sean valores de una sociedad menos trepidante y destructora. Una sociedad que camine por unos cauces sin altisonancias y desbordamientos que solo llevan a la insatisfacción de quien todo lo ha probado y no ha encontrado respuestas.

Y no los considero en sí enemigos de la religión, sino enemigos de la lógica o amigos de la comodidad que nos induce a no complicarnos la vida. Pero su extensión a gente con tendencias a la maldad puede conducir a una catástrofe social, al carecer de barreras de contención a sus instintos incontrolados que conducirían a la autodestrucción.

Esto se extiende como consecuencia del caldo de cultivo en una sociedad sin valores o valores desviado hacia tendencias egoístas que supone el caminar hacia una jungla de crueldad devoradora.

Para animarnos hay que pensar que Dios nos mira y se hace el encontradizo. Hizo el mundo y vio que era bueno. Y en él puso al hombre, que al dar pruebas de su fragilidad, envía a su hijo para convivir con nosotros y redimirnos.