Opinion

Pulso igualado

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La suspensión de vuelos de Spanair suscita dos reproches que sus máximos responsables no pueden eludir ni siquiera con el probable concurso de acreedores. En lo inmediato, está la censura por el grave perjuicio que la paralización de los aviones ha supuesto para miles de ciudadanos. Pero junto a ello aflora la incomprensible deriva de una compañía en la que la participación accionarial de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona ha ido incrementándose a pesar de que su viabilidad financiera y la legalidad de dicha participación en el marco de la libre competencia estaban en entredicho. El presidente y el consejero delegado de Spanair justificaron la drástica y sorpresiva medida de suspender los vuelos alegando razones de seguridad dado el estrés que los empleados, y en especial los pilotos, evidenciaron al trascender las graves dificultades por las que atravesaba la compañía. Se trataría en cualquier caso de una nefasta gestión de la crisis por parte de los citados responsables, que a todas luces han querido mantener la expectativa de alguna solución en el último momento a costa de los viajeros. El hecho de que las consecuencias de su irresponsabilidad hayan tenido que ser paliadas a cuenta del Ministerio de Fomento, de AENA e incluso de Protección Civil representa toda una metáfora de hasta qué punto Spanair volaba gracias al erario. La rápida decisión de la ministra Ana Pastor de abrir un expediente sancionador por la suspensión del servicio aéreo era ineludible. Spanair se había convertido en un «pozo sin fondo» en palabras del presidente de la Generalitat, Artur Mas; en una aerolínea subvencionada de hecho para apuntalar el 'hub' internacional del Prat emulando que era de bandera catalana. La responsabilidad del tripartito que gobernó aquella autonomía fue engendrar un proyecto empresarial tan dependiente de las arcas públicas. La responsabilidad del actual Ejecutivo convergente ha sido mantener la ficción primero y contemporizar después con el voluntarismo de los responsables de Spanair sin exigir durante las últimas semanas un plan de contingencias que previese lo que sucedió en la noche del pasado viernes.

La semana que resta para que el 38º congreso del PSOE elija a la persona que asumirá la secretaria general y a los miembros de la nueva dirección comenzó ayer con la escenificación del apoyo de Felipe González a Rubalcaba y de María Teresa Fernández de la Vega a Chacón. Pero la paulatina toma de postura de dirigentes, cuadros y militantes no acaba de despejar la incógnita de quién obtendrá más votos de los delegados al cónclave de Sevilla. El pulso está resultando tan igualado que lejos de conducir a los contendientes a destacar diferencias y lanzarse mutuas críticas contribuye a la mesura y al compromiso unitario de ambos. El período precongresual está demostrando que se trata de una elección entre personas y no de un debate entre idearios o proyectos políticos diferenciados, con el único matiz de que Rubalcaba trata de representar más la entereza del partido frente a Chacón, que intenta encarnar el cambio generacional. Los socialistas decidirán sobre su futuro, pero para el país es importante que el PSOE salga del congreso con la solidez y la coherencia suficiente como para desempeñar un papel crítico pero responsable y constructivo en la dialéctica gobierno-oposición.