Sociedad

BATALLITAS

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Nos gusta guerrear y si el enemigo no está enfrente hay que procurar encontrárselo en las propias filas, que nunca están prietas. La vida española siempre es emocionante. Podemos presentar muchas quejas, pero sería injusto decir que es aburrida. El célebre 'tedio vital', que fue considerado pecaminoso en otras épocas, ha perdido vigencia en la nuestra. Si alguien se aburre y bosteza sinceramente no es porque tenga sueño o porque tenga ganas de comer, sino porque no puede aguantar con la boca cerrada los discursos de los oradores.

La moderada colisión entre Rubalcaba y Carme Chacón está volviendo a parcelar la opinión pública, llamándole así a la que logra trascender al público en general, no únicamente a los que ocupan las localidades de preferencia. Los que nos sentamos en las incómodas butacas de general, que no suelen tener respaldo, sentimos una cierta indiferencia por lo que apasiona a los que están cerca del proscenio. «Allá ellos», decimos, pero estaría mejor decir «allá nosotros». Las trifulcas políticas, por desdicha, ya que nos incumben a todos, nunca le han venido siendo ajenas a quienes las sufren. ¿Qué nos importa que gane el señor Rubalcaba o la señora Chacón? Lo que nos interesa es que a alguno de los dos le importe más el barco que el timón.

La íntima y cordialmente enmascarada batalla que entablan no puede traer nada bueno a ninguno de los dos, y menos a nosotros, incluso a los que seamos los terceros en concordia. Estamos asistiendo a una algarada entre íntimos, pero no hay enemistades mayores que las que se producen entre afines. Ambos tienen razón de sobra, pero ninguno se muestra razonable. Parece que en la íntima batalla ha arrancado mejor el multiderrotado Rulbalcaba que la que aspira a cosechar nuevas derrotas. Ahí nos las den todas, que siempre nos las dan en el mismo lado.