Editorial

Excusas fallidas

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Ayer, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, salieron a los medios a intentar aplacar el descontento suscitado por el ajuste que, aunque esperado, ha incluido sorpresivamente unas subidas de impuestos que fueron reiteradamente descartadas en campaña electoral. No hay duda de que, como ocurrió antes en Cataluña, los electores sabían el 20-N que el PP tendría que aplicar una durísima terapia para acabar situando de nuevo a este país en la senda correcta de crecimiento y modernidad. Pero no es creíble que el PP, que ya controlaba la práctica totalidad de las comunidades desde el 22 de mayo, no conociese la magnitud aproximada del déficit público, que se ha disparado a causa, sobre todo, del derroche autonómico. Ha habido a todas luces ocultación, que resulta por añadidura más difícil de digerir a causa de la incomparecencia de quien debería explicarla: tendría que ser Rajoy quien saliera de su poco comprensible retiro, ejerciese su liderazgo, hiciese psicología e inspirase confianza a la desconcertada ciudadanía, que ve cómo, de momento, la dureza de la terapia no deja entrever ni el menor rastro de optimismo.