Editorial

Diplomacia iraní

Teherán ha provocado con una conducta insolvente su aislamiento internacional

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La gira del presidente Ahmadineyad por cuatro países de América Latina entiende mostrar al mundo que la República Islámica no está tan aislada como pretende Washington, pero lo cierto es que los estados visitados (Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador) no son interlocutores de gran peso diplomático o referencias políticas de autoridad. De hecho, toda gestión en Latinoamérica que a día de hoy no cuente con Argentina o, sobre todo, con Brasil es poco relevante. Tal situación de precariedad es, paradójicamente, obra de la propia política exterior del régimen islámico, que, amén de poco responsable, es del todo irrealista y está tan ideológicamente motivada que ignora el principio esencial del pragmatismo sobrio, sostenido e inteligente al servicio del Estado. No es exagerado decir que los apuros del régimen iraní se los ha buscado Teherán con una conducta insolvente que hasta algunos observadores locales deploran. Un ejemplo sería lo sucedido con la intensa mediación brasileña el año pasado a cuenta del programa atómico iraní, frustrada a fin de cuentas por el doble juego iraní. El viaje estaba, por descontado, previsto hace mucho tiempo y es, por tanto, anterior a la tensión inducida por las maniobras militares iraníes de la semana pasada en el Golfo Pérsico, acompañadas de explícitas advertencias de que sus fuerzas militares cerrarían el estrecho de Ormuz a la navegación en caso de embargo petrolero occidental. Para los norteamericanos tal embargo es un hecho y para la UE un acuerdo de principio que será tal vez refrendado y aplicado a partir del mes próximo. Más allá de cierta de la retórica teatral y los gestos belicosos, la acción iraní se acompaña de anuncios de considerables avances en su programa nuclear que enrarecen más el ambiente y tensan la atmósfera en un área crucial del planeta. Teherán haría bien en reconsiderar su conducta y aún tiene margen para ello. Le bastaría acceder a las razonables peticiones de la Agencia Internacional de Energía Atómica y abandonar bravatas y gestualidad militar. En el probable caso de que eso no suceda al régimen solo le espera más aislamiento, más beligerancia y más problemas.