Sociedad

«Matar a una mujer cuesta poco»

«A mí lo unico que me arregla es volver a tenerla y eso jamás va a pasar», llora Julio, el padre

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Han tenido que pasar tres años para que el matrimonio Coria Olivares consiga dormir unas pocas horas sin necesidad de pastillas. Eso sí, las lágrimas siguen brotando, aunque Estela se pregunte cómo es posible que aún quede alguna en sus castigados ojos de 56 años. El tiempo en esta humilde casa de Rivadavia, a unos mil kilómetros al oeste de Buenos Aires, en Argentina, se detuvo el 28 de septiembre de 2008 a las siete de la mañana. Oyeron el teléfono entre sueños, pero el grito histérico de su hija Vanesa arrancó a Julio y Estela de la cama. A bocajarro, una concuñada de su hijo Carlos les soltó una noticia que aún hoy les cuesta asimilar: a su pequeña Cecilia, de 25 años, su exnovio le había asestado 18 puñaladas en Nerja (Málaga), a más de 11.000 kilómetros de distancia. Desde hacía cinco años se ganaba allí la vida como camarera.

Al dolor de perder una hija se le fue uniendo el calvario de ir conociendo poco a poco el martirio por el que había pasado su «niña» los dos últimos años. «No nos dijo nada de que le había puesto varias denuncias y de que incluso intentó asfixiarla, de ahí la orden de alejamiento», recuerda su padre. Tampoco Carlos, el hermano de la víctima que también vivía en Nerja con su mujer y su hija, se había olido que las riñas de novios eran mucho más que palabras altisonantes. Sobre todo, porque lo consideraban uno más de la familia. Cecilia se lo había presentado oficialmente al nacer su sobrina e incluso sus padres vivieron con ellos dos meses en España. «Era un tipo muy bien educado, culto y trabajador... En mi vida me hubiese imaginado que iba a ser el asesino de Cecilia», detalla Julio entre amplios suspiros. Si ahora se lo pusieran delante, no sabría hasta dónde sería capaz de llegar.

Ni siquiera sintieron algo de alivio cuando, hace solo unos días, salió la sentencia. En el juicio, el marroquí Hicham Bellasfer, de 30 años, reconoció los hechos y pidió perdón por acabar con la vida de su ex. En la sala se encontraba Vanesa, la hermana de Cecilia, que a punto de licenciarse como abogada reunió el poco dinero que tenía la familia para pagarse el viaje a España. «Estar en el juicio fue muy fuerte para mí. Había momentos en los que no sabía qué sentía; solo le pude insultar y decirle que era un asesino, una lacra para la sociedad, que no tenía perdón de Dios». El proceso no cumplió las expectativas de la familia, ya que se le condenó por homicidio y no por asesinato, como ellos solicitaban. «Creo que no han contemplado ni la premeditación, porque él estuvo pendiente hasta que pilló a mi hermana sola en la cafetería, tras dejarla la escolta policial en el trabajo, y hasta había avisado a alguien que la iba a matar; ni el ensañamiento, porque le asestó 18 puñaladas. Desde mi punto de vista, creo que matar a una mujer en España cuesta muy poco, apenas unos años de cárcel».

Flores frescas

El juez dictó 19 años de cárcel y el pago de una indemnización de 420.000 euros. «A mí lo único que me arregla es volver a tener a Cecilia y eso jamás va a pasar», resalta Julio, quien no ha querido ayuda psicológica durante estos años, al igual que su mujer. Para ellos no hay consuelo posible. Se refugian cada miércoles y cada domingo en el cementerio, para limpiar la tumba de su pequeña y cuidar de que no le falten flores frescas. Allí también le dan miles de vueltas a la cabeza. Demasiados 'y si...' se agolpan en sus pensamientos: y si alguien nos lo hubiera contado, y si ella no hubiese vuelto a España tras visitarles antes de vacaciones... «Ojalá hubiera sabido algo de todas las denuncias, porque habría ido yo mismo a España para traérmela. Pero creo que no quería preocuparnos, prefería arreglarlo ella sola porque era una niña muy buena», comenta su padre. En algún momento, hasta se echa la culpa. «Lo único que le pedí a Dios es que me diera salud y trabajo, que con eso yo conseguía lo demás. Parece que le pedí mucho y me cobró demasiado», llora este argentino jubilado.

¿Podrán pasar página? «No. Eso nunca se supera. Uno trata de llevar cada día un poco mejor por los otros dos hijos que tenemos y por mi nieta. Quieres tener la mente en blanco, pero los recuerdos nos asaltan», concluye Estela. Seguirán levantándose pensando en Cecilia y acostándose con la mirada puesta en cualquiera de las fotos que llenan la casa. Para ellos siempre será 28 de septiembre de 2008. «La gente se puede imaginar lo que es perder un hijo así, pero vivirlo es otra. Este inmenso dolor solo lo conoce el que pasa por él».