SOMOS DOSCIENTOS MIL

ALTA VELOCIDAD

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De las cinco acepciones que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española utiliza para la palabra «inaugurar», me detengo hoy en aquélla según la cual «inaugurar» supone «celebrar el estreno de una obra, de un edificio o de un monumento». En mi afán educativo, continúo ojeando el diccionario para hallar que la palabra «estreno», significa a su vez, entre otras acepciones «hacer uso por primera vez de algo».

Por poco inteligente que uno sea, incluso aunque uno se dedique a la política como ocupación habitual, es meridianamente claro que cuando alguien inaugura algo, es decir, cuando alguien celebra su estreno -por primera vez se utilizará aquello que se está inaugurando-, es necesario que se cumplan determinados requisitos. De entre todos, quizás el más evidente sea que, aquello que se pretende inaugurar esté terminado pues, caso contrario, resultará tremendamente difícil utilizar por primera vez algo recién inaugurado y sin terminar.

Sé que me estoy metiendo en un autentico berenjenal lingüístico del que pretendo salir airoso, puesto que, en definitiva, lo que quiero decir es que si un ministro viene a inaugurar un hospital y éste no tiene quirófanos o no tiene camas, evidentemente inaugurado queda. No obstante, la realidad demuestra que aquello no servirá absolutamente para nada. Ahondando en el tema, si una inauguración de algo que está sin terminar, se realiza en el seno de la iniciativa privada; es decir si un empresario inaugura una fábrica no finalizada, todos, sin excepción, sospecharemos que algo raro ocurre. Al pollo montado por la fábrica de automóviles Zahav me remito. Ahora bien, si lo que se inaugura lo es en la esfera pública y un político de alto rango -de Consejero para arriba- viene para cortar la cinta de algo no terminado, simplemente sabremos que no está tomando el pelo.

Toda esta perorata viene a cuento de que esta semana me he desayunado en La Voz con una noticia según la cual «La alta velocidad se estrenará en 2012 en la provincia con dos tramos en obras».

Se invierte una barbaridad de millones de euros para reducir el trayecto Madrid-Cádiz, desde las actuales cuatro horas y media, hasta tres horas y cuarto, y cuando se inaugure el próximo año, el sufrido viajero quedará sujeto a las veleidades de las empresas que estén obrando los tramos pendientes -enlace Las Cabezas-Lebrija y soterramiento en Puerto Real-, por lo que el viaje seguro que no durará el tiempo prometido. Con un poco de mala suerte, igual se tarda más en llegar desde Madrid a Cádiz de lo que actualmente se está tardando.

Y digo yo: si uno inaugura una línea férrea de alta velocidad con dos tramos en obras, obligando al tren a reducir la marcha e incluso detenerse, no sólo no estamos hablando de alta velocidad sino que, como antes decía, una vez más se nos pondrá esa cara de lelo que automáticamente surge al comprobar que alguien -en este caso nuestros políticos- nos está tomando el pelo. De hecho, no acabo de entender la actitud de cierta clase política y, en eso creo que es en lo único en lo que me asemejo a los miles de indignados que ocupan ilegalmente calles y plazas. Mi falta de entendimiento es aún mayor cuando compruebo cómo quieren vendernos la moto de que se hace bien algo, sobre lo que la realidad demuestra que sólo es una auténtica chapuza.

¿No sería mucho más fácil ser coherentes y honestos, e inaugurar la alta velocidad a Cádiz cuando esté totalmente terminada?

Añadan a ello el carácter cateto del que hacemos gala en nuestra provincia. Resulta que el trayecto entre Madrid y Sevilla -538 kilómetros-, sólo cuenta con tres paradas intermedias: Ciudad Real, Puertollano y Córdoba. De eso trata la alta velocidad, de ir rápido y parar poco. Cuando la misma llegue a nuestra provincia, en los 157 kilómetros que unen Sevilla y Cádiz, el tren parará no tres, sino hasta cuatro veces en Utrera, Jerez, El Puerto y San Fernando.

La moraleja es fácil: entre políticos que mienten y ayuntamientos pueblerinos si quiere ir de Madrid y Cádiz, casi mejor hágalo andando, se le hará largo, bastante largo, pero al menos tendrá la seguridad de llegar algún día.