Imagen correspondiente a su etapa durante el servicio militar.
EL PERFIL

El doctor Manuel Rodríguez Morales

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El doctor Manuel Rodríguez Morales combinó toda su etapa profesional con su humanidad y profesionalidad. Nació el 21 de febrero de 1926, en la gaditana plaza del Mentidero, donde hoy hay un busto de su persona que la preside. Hijo de José Rodríguez López (Don Pepito, como le llamaban sus pacientes) médico de profesión y Trinidad Morales. Desde que era niño, la curiosidad, el sentido del humor y la bondad, resaltaban en su carácter. Su etapa colegial la realizó en el colegio San Felipe Neri Marianistas, frecuentando durante toda su vida la doctrina marianista y siendo asiduo al Oratorio de San Felipe Neri, donde fue compañero de curso del padre de la Orden Marianista, Manuel Mateos Jiménez. Siempre fue una persona entregada y sacrificada, mediador y conciliador, abnegado defensor de la coherencia con sus principios éticos y religiosos.

Tras finalizar el bachiller, sigue los pasos de su padre, así como de su hermano y amigo José Rodríguez Morales y decide estudiar la carrera de Medicina en la Facultad de Cádiz. Durante la carrera cursó los estudios con un gran expediente académico, teniendo de compañeros a José Ruiz Marenco y Antonio Amigueti. Durante sus estudios universitarios realiza la milicia universitaria en Montejaque, licenciándose de Alférez. Tras finalizar la carrera, inicia su primera etapa profesional como médico de medicina general en un barco durante nueve meses y luego en Barbate. Más tarde se especializa en aparato digestivo, y ejerce la profesión en el Hospital de Mora en Cádiz y en el ambulatorio Mendizabal que combina, tras opositar con la plaza de médico de empresa en Jerez de la Frontera, teniendo como compañero de profesión a Rafael del Cuvillo Palomino. Su amor y dedicación en el campo de la medicina, hizo que también tuviera una consulta en su domicilio familiar de la calle Cervantes, donde pasaron un gran número de familias gaditanas. Con sus pacientes no sólo pensaba en su enfermedad, sino en lo que significaba para él, para su entorno, para su familia, para su trabajo. No veía detrás de cada uno de ellos, la posibilidad de sacarle un rendimiento puramente científico o económico. Su objetivo principal siempre fue solucionarle o aliviarle su problema, actuando muchas veces de consejero. Supo compartir y compaginar el conocimiento científico con la dedicación al paciente, de forma absolutamente vocacional. Escuchaba a todos sus pacientes y los aconsejaba sobre la enfermedad como sobre los problemas familiares, siendo médico de infinidad de humildes gaditanos. Cuando en tiempos difíciles visitaba a sus enfermos no sólo no les cobraba la visita sino que les metía algún dinero debajo de la almohada. Siempre animaba a las personas que le rodeaban.

En el año 1965 se casa con María de los Ángeles Téllez Laínez con la que tiene seis hijos Manolo, Ángel, Javier, Guillermo, Gema y María de los Ángeles a los cuales les inculca los principios éticos y religiosos que el había heredado. De todos sus hijos, el mayor, Manolo, sigue con la tradición familiar e influenciado por su padre también estudia la carrera de Medicina especializándose en aparato digestivo y ejerciendo actualmente la profesión en la capital hispalense. El doctor Rodríguez Morales murió el 3 de julio de 1993 en Cádiz. Sus últimos momentos estuvieron marcados por una dolorosa enfermedad que supo sobrellevar con cristiana resignación, siendo fiel y consciente con su sentido trascendente. Su muerte causó una gran consternación en la ciudad de Cádiz, donde había atendido a diferentes generaciones de gaditanos.

A su muerte se escribió un pequeño libro titulado 'Cartas a la memoria de un médico humanista', donde recogía diferentes anotaciones y cartas que aparecieron en los periódicos de la época, en su mayoría de pacientes y amigos, que tuvieron la gran suerte de conocerlo. En la tesis doctoral, su hijo primogénito le hizo una dedicatoria que resumía la personalidad de esta gran persona que por donde pasaba hacía el bien; «A mi padre, que supo compaginar con bondad el conocimiento científico, la humildad y la dedicación que requiere la verdadera Medicina».

Durante más de cuarenta años que ejerció la profesión, supo ser un verdadero y entrañable médico de familia, que supo ganarse el cariño de todos.

Su categoría humana, su carisma personal, su ejemplar vida cristiana como padre, esposo y amigo, su labor como médico, se han ganado un puesto en la galería de gaditanos ilustres.

Por su dedicación abnegada a su profesión y por su atención desinteresada y cariñosa sus vecinos y pacientes por medio de una suscripción popular erigieron un busto en la plaza del Mentidero.