Editorial

Secuestro en Kenia

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Dos trabajadoras españolas de Médicos Sin Fronteras fueron secuestradas ayer en territorio keniano cerca de la frontera con Somalia, una línea trazada en los mapas pero sin ninguna significación como división territorial: decenas de miles de refugiados la han cruzado y siguen haciéndolo a pie. Las autoridades kenianas han asumido que el comando que las secuestró -e hirió a su chófer- es somalí y su conducta es indisociable de la crónica guerra civil que malviven los somalíes y que ha derivado al final, además, en un conflicto entre un Gobierno provisional más o menos representativo, pero reconocido por la ONU, y la guerrilla integrista Shabab, en la órbita de Al-Qaida. A la milicia terrorista no le gusta la presencia de extranjeros, testigos indeseables, pero también hay bandas de delincuentes que, como los piratas en el mar tratan de sacar la mayor rentabilidad económica a sus secuestros. En la zona ya se han producido en poco tiempo dos secuestros de civiles con una víctima mortal que apuntan a una escalada de este tipo de acciones en la zona. Además de no escatimar esfuerzos por rescatar sanas y salvas a las dos cooperantes, urge intensificar la coordinación internacional para evitar que el 'agujero negro' de inestabilidad somalí engulla a otro país, Kenia, hasta ahora a relativamente a salvo de la violencia y el desgobierno.