Cartas

Lo necesario y lo imprescindible

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Muchas veces lo necesario no tiene que ver nada con lo imprescindible. Se pasa hambre, ¡sí hambre! en pleno siglo XXI. Esta Europa, que ahora se cree alguien, ya no recuerda lo que sufrió después de las guerras mundiales. No es nada comparado con la penuria de lo que llamamos el tercer mundo. ¿Y cuál es el segundo? ¿Y el primero? No pensamos que algún día podemos caer todos en un hipotético cuarto mundo. Pensamos en el cacareado estado del bienestar como algo caído del cielo, como el maná, no nos damos cuenta, que disfrutamos de una civilización en la que la contradicción va de la mano de nuestros comportamientos. Nos hemos civilizado, así nos llamamos, y escuece pensar que nuestros progresos no han ido siempre encauzados a mejorar las condiciones de vida, por el contrario han servido muchas veces para desembocar en una vida selvática en la que sigue predominando la ley del más fuerte.

Cuando se lee que en determinado hotel pasar una noche cuesta 9.000 euros se ve el despilfarro, incluso en gentes sin grandes ingresos. Viajes a lo grande, espectáculos, fichajes, indemnizaciones millonarias por nada, comidas tiradas por diversión .

Lo hablamos viendo lo que supondrían esas cantidades de dinero encauzadas hacia ese mundo que se muere de hambre. Fue noticia y nadie se acuerda de la hambruna del Cuerno de África. Tanto hablar de sostenibilidad y de innovación. Dos palabras que me «estomagan». Se habla de cantidades, como hace años, de unidades de penicilina, y las gentes se mueren de hambre y de sed. Es triste morir por carecer de lo más imprescindible.

Y la Humanidad impertérrita, en dimes y diretes, mientras los bandoleros impedían la llegada de alimentos. Da la impresión de que los poderosos del mundo, los que podrían hacer algo, lo que hacen es reírse de los demás. Tenemos bastante con sobrevivir, o eso piensan.