PAN Y CIRCO

MUERMO GP

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Insiste Carmelo Espeleta (nuestro particular Bernie Ecclestone de andar por casa) en vendernos MotoGP como la panacea de todas las competiciones. Tuvo su privilegiada mente la feliz idea de cambiar la denominación de la categoría; olvídense de los 500cc, que suena a antiguo y pasado de moda, de 250cc y 125cc. Ahora, todo empieza y acaba en MotoGP y las demás categorías son las teloneras del gran espectáculo que comienza (horario europeo) a las 2 de la tarde. Pero el tiro le ha salido por la culata y de qué modo. Todo se ha vuelto en contra del tal Espeleta. Rossi -el mayor ídolo de masas que recuerda este deporte- ha entrado en un periodo de decepcionante hibernación desde que firmó por Ducati. Pedrosa tiene escrito en la frente que las caídas le impedirán ser algún día el número uno de la categoría reina y cuando parece haber acabado con su maldición llega el impresentable de Simoncelli y le destroza la temporada. Lorenzo no termina de postularse como un gran campeón que abandere una época y Stoner, que sí parece capacitado para semejante reto, no anda precisamente sobrado de carisma. Pero la peor pesadilla para Dorna es que el nivel tecnológico de las motos ha llegado a tal extremo que estas 800cc las podría conducir hasta un chimpance, que ya se encargaría el sistema telemétrico desde los boxes de llevarle hasta la bandera a cuadros sin un solo rasguño. Las carreras de MotoGP son un soberano aburrimiento.

Este verano he tenido muy claro que entre playa y tele me quedaba con un buen chapuzón. No hay emoción, ni adelantamientos y uno acaba bostezando mientras Stoner mete la sexta y adiós muy buenas. Menos mal que Marc Márquez, un niño que huele a leyenda, nos recuerda, cada quince días en Moto2, que hubo un tiempo en el que por aquí corrían gente como Nieto, Sheene, Agostini, Lawson, Rainey, Harada, Doohan y Schwantz.