PAN Y CIRCO

EL 'JEFE' VUELVE A SONREIR

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Siempre he crecido con la convicción de que el deporte es algo más que la pura competición. Que el «todo vale» a veces ensucia la esencia de una práctica, sea en la disciplina que sea, que nació con el objetivo de cultivar no solamente el cuerpo, sino también la mente y el alma. Por eso estoy muy contento de que el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes se lo hayan dado a Haile Gebrselassie. No me importan tanto en este caso sus logros profesionales (doble campeón olímpico, del mundo y récord mundial de maratón), sino el hecho de que se lo haya llevado un buen tipo.

«Por su excelencia deportiva y humana», el jurado ha fallado en favor de un deportista total, en todos los sentidos. Su historia es tan complicada como la de todos aquellos que salieron del continente más pobre del mundo. A ellos les ha dedicado 'Gebre' su premio, con un guiño hacia su país (Etiopía) y hacia África. Su gesto, desde luego, no queda en una acción puntual, en unas bonitas palabras. Ha demostrado de sobra su generosidad y su preocupación social durante años siendo embajador de UNICEF y participando de manera directa en labores humanitarias y en la mediación de conflictos armados en su país.

Gebrselassie o 'Naftanga' -el jefe-, como lo apodaron entre su gente desde pequeño por sus virtudes para el atletismo, es un tipo diferente, de los que pocos quedan en este nuevo mundo del deporte marcado por las pautas del espectáculo televisivo y el interés económico por encima de todo. Su éxito, para mí, tiene mucho más valor porque él no encontró las facilidades que otro en cualquier país desarrollado hubiera podido disfrutar. Se decidió a correr porque no le quedaba otra, porque cada día debía recorrer 20 kilómetros para ir a la escuela y ese era el único modo. Sobre todo, valoro su eterna sonrisa, la gran medicina para todos los males. Un buen gesto siempre por encima de todas las cosas. Este premio vuelve a demostrar que 'Gebre' seguirá siendo el jefe.