Editorial

Reconstruir Libia

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Incluso antes de que termine oficialmente en Libia el trágico conflicto civil impuesto ciegamente por el coronel Gadafi a su propio pueblo, la comunidad internacional se interroga ya sobre la ardua tarea que aguarda ahora y que no puede fracasar si se quiere que el fin del nefasto régimen de Trípoli sea el principio de un futuro mejor para los libios y la entera región mediterránea. Mencionar la comunidad internacional no es aquí retórico: una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que Rusia o China pudieron vetar y no lo hicieron, autorizó la intervención en la que Europa, por cierto, ha llevado la voz cantante. Un país que no concurrió al esfuerzo militar, Alemania, ya ha anunciado con toda oportunidad una fuerte ayuda para la reconstrucción del devastado país. España hizo sus deberes en el nivel adecuado y en sintonía con la muy mayoritaria opinión de la UE. Libia, un país rico en petróleo y muy poco poblado, tiene los medios para rehacerse y es indispensable obligación de los vencedores superar sus diferencias y refundar el Estado tras su victoria. Que en cierto modo es también la nuestra.