Sociedad

LLAVE MAESTRA

Cátedra añeja en la última sesión del festival de cante jondo del Baluarte de la Candelaria

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Velada de 'Magisterio Flamenco' en la casa del duende gaditano. Cierre de escuela. Si el pasado jueves fue el 'El duende de Cádiz' el que bajó a disfrutar del recital; en esta ocasión fue don flamenco el que no quiso perderse la sesión final del los 'Jueves Flamencos'. El primero en poner arte y esencia en las tablas fue Caracolillo de Cádiz, cantaor joven de garganta quebrá. Rompe el silencio por alegrías, himno oficial de la ciudad que no podía faltar en esta fiesta final del certamen lírico. Artista de timbre grave que suena marinero. Capitán con temple que presume seguridad en el balbuceo. Y es en los cambios de tercio del toque de Miguel Salado donde encuentra su sitio. Termina el jaleo y tocan los palos líricos. Con las malagueñas descubre el color de su voz. Quejío y llanto que emociona y aguanta la agonía de la cuerda. Y con el jaleo de las bulerías llegan los cambios originales que le permiten regalar compás y gracia. Termina con fandangos y con un tema escrito por Paco Cepero en el que dibuja un retrato a la ciudad marinera.

Mientras, don flamenco disfruta del espectáculo. Está contento. Baja caracolillo y sube una señora del cante que encuentra su vocación en el teatro Pemán, la Pitu de Cádiz. Cantaora de rasgos dorados que encuentra enseguida la complicidad con el público gracias a su voz portentosa y a la cuerda magistral de Juan Ramón Ortega. Abre con soleá por bulerías y sigue con el jaleo de las alegrías y las bulerías. Recital de patio vecino y claveles rojos. Artista auténtica y tenaz, con genio y planta. A mitad de camino dedica nueva letra. Cantaora autodidacta de pluma y garganta. Artista que conecta con el auditorio. Corona con sus tangos de 'tengo una penita grande' y termina de meterse en el bolsillo al respetable por fandangos. Buen recital de oro y grana, esencia y finura de la Pitu de Cádiz.

Y entonces, descansa el cante y vive el baile. Noche de señorío y maestría también en el tacón. La profesora Carmen Guerrero pisa desde primer momento el escenario. Decisión que se agradece. Bailaora que sueña volantes y luce veteranía. Se enfrenta al vendaval de llamadas y cuerdas con el sentimiento del manto. Danza de coraje y respeto. Actuación que sabe a canastilla y coral y mira al tacón de Carmen Giráldez. No obstante, la fuerza se resiente con los años.

Termina y es tiempo de relajarse en el Baluarte de la Candelaria. Don flamenco está orgulloso. Suenan y pisan las tablas artistas que respetan la tradición. Palabras de agradecimiento de Antonio Benítez, presidente de la peña Enrique El Mellizo.

Termina el silencio y comienza la segunda parte. Recala en el escenario del Baluarte la juventud de Jesús Méndez y la cuerda de Miguel Salado. Frescura que desgarra el flamenco. Cantaor que alardea altura en estatura y garganta. Con la seguidilla consigue calar el sufrimiento y luce frente al maestro flamenco que acepta su respeto. Artista que gusta y que destaca en el jaleo con fuerza y soberbia. Termina sin micro, no le hace falta. Lo borda. Público y cuadro en pie para la despedida.

Y como colofón, el duende y embrujo gaditano del decano Juan Villar y el catedrático 'Niño Jero'. Ambos demuestran que el éxito no es solo cuestión de desgarro, sino también de arte y salero. Simpatía y garbo inundan las tablas con estos dos señores de Cádiz. Recital corto pero intenso. Toca soleá con sabor a peña flamenca. Destaca con los tangos por su salero. Una manera limpia y sencilla de entender el cante. Don flamenco sonríe y le guiña un quejío. Con los fandangos se atreve sin micro y el auditorio grita 'ole' en cada acorde. Culmina y pone de broche de oro con bulerías, último sonido de la temporada en las tablas del Baluarte. El señor flamenco se despide con el público en pie. Fin de fiesta glorioso para esta XXIX edición de los 'Jueves Flamencos'.