Uno de los patios de la prisión de Puerto III donde se produjeron los hechos el martes. :: MIGUEL GÓMEZ
sucesos

El preso había degollado a otro interno en 2009 porque «le faltó al respeto»

Lanzin B. E., de 26 años, se encuentra recluido en aislamiento después de haber destrozado a golpes a otro recluso

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Un auténtico psicópata. Ésa es la descripción que hacen aquellos que han tenido la oportunidad de vigilar la conducta de Lanzin B. E., de 26 años y de origen canario. No ha llegado a la treintena y ya tiene en su haber dos víctimas mortales; las dos fueron compañeros suyo de presidio y con los dos se ensañó hasta lo inimaginable. Este interno de Puerto III mató el martes por la tarde a Jacobo R. R. cuando ambos compartían las dos horas de patio que su régimen disciplinario les permite. No puso oposición alguna cuando fue detenido. Esa dura experiencia ya la había vivido antes. El trágico acontecimiento ha servido para conocer el pasado de este violento recluso que permanece recluido en el módulo de aislamiento y a disposición judicial.

Lanzin ingresó en prisión en mayo de 2005. Delincuente con un alto nivel de reincidencia, hasta esa fecha había acumulado delitos menores y algunos más graves como agredir a funcionarios policiales. Pero la conducta de este interno se degeneró hasta pasar a ser un auténtico criminal ya entre rejas. En abril del año pasado fue trasladado al Puerto de Santa María procedente de la prisión de Morón (Sevilla). Allí había sido enviado después de haber cometido su primer asesinato dentro de una cárcel.

Ocurrió en agosto de 2009, en el centro penitenciario de Fontcalent (Alicante). El joven canario, que contaba por esas fechas con 24 años, mató a un compañero de presidio en los aseos del patio del módulo 4. Existe un tétrico paralelismo entre los dos hechos luctuosos como por ejemplo que ambos ataques se produjeran en las zonas reservadas para los reclusos más peligrosos.

Hace dos años atacó a un murciano de 30 años (Jacinto R. G.) cuando se encontraba en el aseo. Le golpeó, como supuestamente hizo el martes pasado, con una brutalidad sorprendente que llegó a desfigurar el rostro del finado, pero el asesino no utilizó solo las manos. El cadáver, que fue hallado sobre un enorme charco de sangre, evidenciaba numerosas heridas abiertas que solo podían realizarse con un arma blanca. Lanzin utilizó una cuchilla de afeitar para herir en repetidas ocasiones al fallecido -la mayoría de las lesiones las presentaba en la espalda- y acabar degollándolo. Cuando la Policía Nacional interrogó al preso canario, que no negó su autoría en la matanza, alegó que la víctima «le faltó al respeto» porque se metió con su madre.

Del origen de lo ocurrido el martes en Puerto III poco se sabe, pero sí que el asesino tras aplastarle la cabeza al otro reo con una columna, tirarlo al suelo y volver a ensayarse con su cráneo y rostro; cuando iban a detenerlo se desnudó, se puso a hacer flexiones para demostrar que no llevaba nada escondido en sus genitales y dócilmente entregó sus muñecas para que lo esposaran. La noche siguiente la pasó durmiendo

Por esta causa también salió imputado otro recluso que supuestamente condujo a Jacinto R. G. hasta los aseos donde le esperaba Lanzin. Los agentes hallaron restos de sangre en la camisa de este segundo reo.

Este trágico acontecimiento reabrió la eterna polémica sobre cómo los presos pueden tener a su alcance herramientas que llegan a ser mortales. En 2009, la dirección del centro penitenciario de Fontcalent aseguró que no pudo prevenir lo ocurrido y que no existía ninguna información sobre enemistades entre el asesino y su víctima. Tampoco pudieron aclarar cómo Lanzin se hizo con una cuchilla. La respuesta de los sindicatos era insistir en el hacinamiento de los centros; el aumento, por tanto, de la conflictividad y la escasez de funcionarios para responder a una población reclusa que crece sin parar.

En el segundo ataque mortal que perpetró el martes en Puerto III se informó en un primer momento que el reo canario había utilizado el palo de una fregona para apuñalar en el cuello a su compañero. Sin embargo, fuentes de instituciones penitenciarias lo negaron y aseguraron que el muerto había sido golpeado hasta la muerte pero que no se había utilizado ningún arma.