Sociedad

Fotógrafos de moda, ¿Una profesión con glamour?

Su trabajo consiste en fijar la imagen de las marcas, pero van más allá y muchos entran en el terreno del arte

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Las revistas de moda quieren fotos bonitas, muchas para elegir a gusto, con chicas, chicos y vestidos espectaculares. Los fotógrafos, si son ambiciosos, desean algo más: hacer arte. Así planteaba la relación entre unas y otros la directora de la edición estadounidense de 'Vogue', la carismática Anne Wintour, que inspiró el personaje principal de la película 'El diablo viste de Prada'.

En realidad, dicen los fotógrafos implicados, la moda es un mundo de fantasía y como tal permite todas las posibilidades que cada uno pueda sacar de la cámara, de la escenografía, de la modelo y de la ropa que vista. Saben que trabajan para una publicación o para una marca, pero son dueños del suficiente espacio de libertad para experimentar e imprimir su estilo.

La lista de históricos que se ha dedicado a este campo certifica esta idea y ahuyenta la tentación de ver a estos profesionales como meros instrumentos de las firmas. Aparte del pionero Cecil Beaton, enseguida le vienen a uno a la cabeza los nombres de Richard Avedon, Irving Penn, Diane Arbus, Herb Ritts, Helmunt Newton y luego Annie Leibowitz. Entre los más recientes, Steven Meisel, Patrick Demarchalier, David LaChapelle y Mario Testino figuran en la división de honor. Testino, por cierto, tuvo una muestra en el museo Thyssen de Madrid a finales del pasado año con más de 150 fotos suyas. Es la prueba de que Anne Wintour tenía razón.

Muchos fotógrafos españoles de moda exponen también en galerías de arte. Es el caso del catalán Daniel Riera, que se licenció en Bellas Artes y que colabora con regularidad en revistas como 'Vanity Fair', 'Marie Claire', 'Elle USA', 'A Perfect Guide' y 'Monocle'. «Es un banco de pruebas maravilloso y te pone en contacto con gente muy interesante, con modistos que se han convertido en grandes creadores, los mismos que han cambiado la sociedad. Los fotógrafos de moda son artistas y a la vez testigos de ese cambio, caso de la primera vez que una mujer se vistió con pantalones. Esa foto fue, como la de cualquier fotoperiodista, un documento», resalta este profesional, que comenzó haciendo portadas de discos ycolaborando en revistas.

Sin la imagen fotográfica, las tendencias en el vestido jamás habrían alcanzado la popularidad de la que hoy pueden presumir. Margarita Rivière, autora de varios libros sobre la moda, recuerda que ella, nacida en 1944, pasaba mucho tiempo en su juventud leyendo las versiones francesas de 'Elle' y 'Vogue'. «Transmitían un modelo de mujer mucho más libre que el que se veía por aquí, aunque las que salen ahora pecan, creo yo, de cierta idealización femenina que tiene poco que ver con las personas reales».

Para Riviere, la obligación hacia los lectores de los fotógrafos de moda es hacer arte. Lo demás sería defraudarles, y muestra su predilección por Guy Bourdin, un creador fallecido en 1991, con sus instantáneas de niñas vestidas de mujer. Ya en el siglo XXI se han organizado exposiciones con su trabajo en el Jeu de Pomme de París y en el museo Victoria&Albert de Londres.

Como Daniel Riera, Leila Méndez dio sus primeros pasos en el campo de la música, en su caso, retratando dj's. Creció con la revista 'Interview' de Andy Warhol a su alrededor, ya que su padre, fotógrafo profesional, la compraba cada mes. «Me llevaba fatal con él, pero fui su ayudante y aprendí mucho, sobre todo la actitud, la forma de abordar el trabajo», confiesa esta profesional que duró solo una semana en la facultad de Bellas Artes.

Con o sin palabras

En su currículum aparecen colaboraciones con 'The Observer', periódico dominical del The Guardian, y en revistas como 'Wallpaper', 'Big Magazine' y 'Jalouse'. También ha sido comisaria dentro de los encuentros internacionales de Arlés (Francia), en las exposiciones de Luis Venegas y de Christian Lacroix, y el pasado marzo expuso en la galería Fernando Pradilla de Madrid.

La facilidad en el manejo de las cámaras digitales ha hecho que el virtuosismo técnico sea ahora, dice Méndez, menos determinante. «Lo que más vale es tu estilo. Por tu sello te llaman a ti y no a otro», explica.

El entorno, la localización, el contexto, importan mucho en su trabajo. «A los modelos intento motivarlos. Les dirijo, les hablo mucho, aunque hay muy buenos fótógrafos que no les dirigen la palabra. La ropa es un herramienta, y luego están los objetos. Me siento muy respaldada por ellos, porque me ayudan a contar una historia y yo intento que mi fotografía sea narrativa. En el campo de la moda es donde te puedes explayar y lucir un poco. La foto publicitaria es mucho más rígida porque es el creativo de la agencia el que define la estética».

Para Manuel Outumuro, que acaba de tomar las fotografías de los vestidos del Museo Balenciaga, el casting de los modelos supone un paso previo que precisa una atención máxima. «Cada encargo y cada historia tiene un tipo de mujer o de hombre. Y además de su cuerpo, lo que realmente se valora es su talento, como en cualquier otra profesión».

Con una larga carrera que dio sus primeros pasos como ilustrador en la revista humorística 'Por favor', y que luego ha seguido en revistas como 'Woman', 'Fotogramas' y, sobre todo, 'Marie Claire', Outumuro se clasifica dentro de los fotógrafos con el gusto por lo clásico y sofisticado. «Yo, para lo del momento decisivo, no sirvo. Mis sesiones duran unas tres horas. Y si me llega un trabajo de jeans, streetwear o casual, le digo al cliente que se ha confundido. Es mejor dejarlo claro desde el principio. Para que nadie se moleste después».

Poses y tiempos

Los pintores más reputados de la historia han vivido de los encargos, y los diseñadores de objetos los crean para venderlos, así que este fotógrafo ve más parecidos que divergencias entre estas profesiones y la suya. No obstante, observa que en los últimos años tanto las marcas como las publicaciones cuidan más su imagen o su línea particular, lo que le deja menos espacio creativo.

Buena parte de la obra de Riera se distingue por sus fondos blancos. «No priorizo la producción. Prefiero la luz del sol a treinta focos. Cuando trabajo, me lo tengo que creer. Por eso prefiero la calle y evito las poses de las modelos, el brazo para arriba y la cara para allá», destaca. En la misma dirección se expresa Leila Méndez: «En los noventa reinaban las supermodelos y las superproducciones. Ahora hay una vuelta a la autenticidad y, más que apoyarte en la técnica, tienes que sobrevivir a ella. En muchos casos, yo tiro con el flash de la cámara».

Que la obra de cada uno quede para la historia es, además de imprevisible, improbable, como en el caso de los demás artistas. Y, como ellos, perseveran porque así sea. «Hay una gran masificación de revistas y por eso es normal que algunas fotos caduquen antes de publicarse, otras duran años y las hay también que perduran, como las de Irving Penn o Helmut Newton, que forman parte de la iconografía del siglo XX», comenta Riera. «Todo necesita tiempo. Y el tiempo es implacable», remata Outumuro.

Outumuro acaba de regresar de Venecia, donde ha estado tres días trabajando en esa ciudad que a él le parece un «parque temático». Él no ve nada glamuroso en el hecho de viajar de un lado a otro. Más bien lo contrario, aunque lo acepta como una exigencia del oficio. Algo similar le ocurre a Daniel Riera que se toma el viaje como una parte más del encargo.

En cuanto al nivel de vida, todos insisten en que varía mucho según los casos. «Vivo bien de lo que empezó siendo un hobby. Incluso puedo hacer alguna cosa muy específica por amor al arte si me permite avanzar y experimentar. Luego puedo aplicar los hallazgos a los trabajos comerciales».

Leila Méndez se ha dedicado siempre a la fotografía. «Hay meses mejores y peores. Esto exige que sepas manejar esas situaciones con equilibrio. Y si la moda está floja en un momento, pues te tiras más a la publicidad, y viceversa».

Es siempre interesante el debate sobre la autonomía o la singularidad de la fotografía de moda, una especialidad que es de muchas maneras deudora no sólo de la fotografía publicitaria o de la fotografía de prensa, sino también de otros géneros y corrientes artísticas como el retrato, el realismo, los informalismos y otros. Al mismo tiempo, la importancia de su repercusión mediática y comercial también ha producido la constante invasión de profesionales o creadores de otros campos próximos. Es el caso de Gyenes en su tiempo o de García Alix en la España actual, por ejemplo, o el de Karl Lagerfeld en el ámbito internacional. Pero dicho esto, también debe reconocerse que las revistas de moda y muchos profesionales han creado una especialidad con indudables mimbres artísticos singulares, cuyo desarrollo y creciente importancia han discurrido en paralelo al de la propia fotografía. Es decir, a lo largo de los últimos cuarenta años la fotografía de moda se ha ido desarrollando de forma autónoma, nutriéndose tanto de las corrientes artísticas imperantes, como de la evolución en la propia sociología contemporánea o de aportaciones creativas verdaderamente originales. De hecho, si Richard Avedon, William Klein y su generación superaron en los 50 ese triángulo perfecto del modelo, el decorado y el vestido, al situar en la calle el teatro de la moda; en los 60 la fotografía de moda se convirtió en un excelente reflejo de las transformaciones sociales mediante los notables contextos urbanos de fondo y las provocaciones de Helmut Newton, David Bailey y algunos más. Algo completamente alejado del preciosismo y la elegancia como cánones esenciales, según las lecciones de Cecil Beaton o Horst P. Horst en los años 40. Desde bien entrados los 70, las aportaciones han sido personales, sofisticadas y ciertamente diversas, expresando también las inspiraciones de los cambios permanentes en la sociedad y en los gustos estéticos. Entre otras, se puede citar el intimismo vouyeurista de Jonvelle, las arquitecturas provocativas de Bourdin, el hiperrealismo de Bill King, la sofisticación de Mondino, el pop de Lachapelle o el retratismo mundano de la 'café society', al que tan aficionado es Testino.