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El mito ciudadano (II)

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Dediqué el último artículo a llamar la atención sobre la necesidad de poner en tela de juicio la alfabetización política de la ciudadanía en general y de la izquierda 'pasiva' en particular, a tenor de las cifras arrojadas por las pasadas elecciones autonómicas y municipales. Trataré, en este caso, de extender el análisis (con la concisión a la que me obliga este espacio) al conjunto de la izquierda política española y en concreto a la izquierda 'factible' o 'de gobierno', consagrando la próxima columna al análisis generalizado del voto conservador.

Hace mucho que el Partido Socialista Obrero Español abandonó la ideología marxista para sustituirla por un discurso de naturaleza pragmática y tecnocrática, admitiendo explícitamente la imposibilidad de encastrar las políticas inherentes a una economía de mercado en los márgenes de la intervención pública. A la larga, esta reconversión ha sido vista por las clases populares como un signo venal, que rebajaba sus expectativas de movilidad y promoción social así como sus posibilidades de trascender los límites mismos de la condición obrera. A la hora de afrontar las consecuencias acarreadas por los vaivenes de la economía y los fenómenos socio-políticos relacionados, como el desempleo endémico y el envejecimiento de la población, las clases populares no se han visto representadas por los partidos de izquierda 'moderada'; pero, del mismo modo, su declive entre estas capas sociales tampoco había suscitado, hasta la fecha, un renacimiento de la izquierda 'revolucionaria' o 'activa' (de abrumadora presencia en el creciente movimiento de indignación ciudadana), aletargada desde hacía más de un cuarto de siglo. Por añadidura, toda vez que ha surgido un partido político 'más allá' de la izquierda, lo ha hecho, paradójicamente, en provecho de los partidos conservadores, que, por oposición directa, se han visto reforzados ante sus electores.

Desubicada, la izquierda ha acentuado así su propia ruina ideológica intentando compensar la pérdida de sus bases históricas con la conquista de las clases media y alta, en tanto que, a la inversa, una suerte de derecha populista trata ahora de instituirse solapadamente en la nueva 'izquierda' del pueblo, abandonado por los partidos reformistas autodenominados de 'centro-izquierda', que no son, en la práctica, sino una versión edulcorada de los neoliberales. Así, el principal dilema de la izquierda 'neta' radica ahora en encontrar un camino propio entre la oscilación velada hacia la derecha, a riesgo de desaparecer en cuerpo y alma, y el retorno a la ideología revolucionaria, a riesgo de precipitarse nuevamente en los márgenes del espectro político.