PAN Y CIRCO

LAS TRAMPAS

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El nuevo fracaso cosechado por el Cádiz en esta temporada y, sobre todo, la honda y expansiva desilusión que ha generado en la desencantada afición amarilla tienen su adecuada explicación en esas reiteradas trampas que este colectivo ha propiciado durante los últimos años. No me refiero solo a las millonarias deudas que la entidad soporta debido a una nefasta administración sino a esa imagen ficticia del equipo que diferentes grupos interesados nos han ido creando. Con reiterados mensajes que los directivos y algunos líderes de opinión nos han enviado antes y después de cada partido, han logrado convencernos de que este conjunto era superior a los adversarios por su triunfal historia centenaria, por la capacidad y empaque de su estadio o por la excelente calidad de su afición. Otra de las trampas es la de hacernos creer que los culpables de las derrotas eran los errores arbitrales, las deficiencias de los terrenos de juego de los equipos contendientes, los accidentes atmosféricos del invierno o del verano, las inoportunas lesiones, los caprichos de la fortuna, los cambios en las estrategias o los despistes tácticos. A mi juicio, sin embargo, el fundamento de este fracaso deportivo estriba en la escasa calidad de una plantilla que, por mucho que, en ocasiones, se le haya aplaudido, no es mejor que, por ejemplo, la del Roquetas, la del San Roque o la del Melilla. Lo peor de este nuevo descalabro sería si, una vez más, no se aprende de los errores cometidos y no se extraen las lecciones que de ellos se derivan. Teniendo en cuenta las limitaciones económicas, no hay más remedio que acudir a jugadores de la cantera que, previamente identificados con los colores, estén dispuestos a dar más de lo que tienen. Si, en esta ocasión, tampoco se cambia de rumbo, será imposible evitar las reacciones de una afición que, cansada de demagógicas promesas, abandone definitivamente la nave. De los responsables depende que, a pesar de la amarga desilusión, se reflote la embarcación en la que todos navegamos.