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LA SALUD ES LO SEGUNDO

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El acuerdo, siempre temporal, con nuestro organismo es un plebiscito, pero nunca es lo primero: lo principal es no ser un hipocondriaco. El que se cree que está enfermo es que lo está, del mismo modo que el que tiene manía persecutoria es porque la verdad los persigue. Nunca he entendido que se le llamen enfermos imaginarios a los aprensivos, como si los temores infundados no formaran parte de nuestra psicología. «La loca de la casa» le llamó a la imaginación Santa Teresa, que sabía mucho de locuras sublimes y obsesiones. Hay personas a las que si les preguntas cortésmente ¿cómo estás? van y te lo cuentan. Con todo lujo de detalles. Hay que tener mucho tiempo libre para exponerse a la respuesta. Más arriesgado es interesarte por el estado de otros amigos, más que amigos «saludados»: te relatan la operación de duodeno que han sufrido en el mismo tiempo que tardó el cirujano en realizarla. No le puede extrañar a nadie el corto pero expresivo enfado de su majestad el Rey, cuya vida guarde Dios durante años de los quirófanos que le esperan. Cuando le conocí era Príncipe y éramos jóvenes, aunque pasado el tiempo sigue teniendo diez años más que yo. Diez años y cuatro días, para ser justos.

En vez de preocuparnos por la salud mental de los gobernantes y el déficit autonómico, que dobla al del Estado, agobiamos a Juan Carlos inquiriendo por su salud. Esto no sólo fastidia, sino que le empeora. Cuando algún cretino nos dice «que mala cara tienes» miramos con rencor a los espejos al volver a casa. Advertimos que llevaba razón, pero también deseamos que se lo lleve el demonio antes que a otros contemporáneos. Lo que perjudica gravemente a la salud es vivir. Ahora la OMS reconoce la relación entre el móvil y el cáncer. Lo que faltaba. Oído al número.