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El mito ciudadano (I)

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En la ciudad de Cádiz, con un flujo creciente de 15.000 parados según datos de enero del presente año (lo que supone una tasa de desempleo del 12% de la población), Teófila Martínez ha acaparado no obstante un total de 33.000 sufragios directos en las pasadas elecciones municipales, si bien su apoyo ha descendido en casi un millar de votos en relación a 2007. En el plano autonómico, el caso de la Comunidad Valenciana es aún más alarmante: con una tasa de desempleo del 24% -cuatro puntos superior a la media española-, un modelo productivo condicionado hasta la dependencia por la expansión del ladrillo y un equipo de gobierno recientemente encausado por corrupción (a este respecto, advirtamos cómo en Andalucía el escándalo -el fraude- de los EREs ha pasado una muy cara factura a los socialistas), la formación popular ha obtenido una victoria rotunda. ¿Qué factores motivan este comportamiento, este apoyo desorbitado por parte de sus votantes? Parece claro que en periodos de crisis las posiciones se radicalizan. El prestigio mesiánico de la derecha, en su papel autopromulgado de redendor económico, sube como la espuma de manera uniforme, mientras que, en su afán renovador, el voto contestatario o de izquierdas se moviliza y levanta, disolviéndose a un tiempo en multitud de formaciones políticas: partidos amateur, tránsfugas de color rosa, votos en blanco o nulos y, sobre todo, abstenciones. Para muestra, un botón, o mejor tres: en su primer año en Cádiz, Ciudadanos en Blanco ha cosechado -hablo exclusivamente del municipio- la cifra modesta pero significativa de 450 votos. La pregunta es: ¿cuántos de entre los 1.215 gaditanos que han llenado sus sobres con el vacío de la negación y el silencio conocían la existencia de este «no-partido», creado expresamente para canalizar el descreimiento político de la población? ¿Cuántos de entre los 740 votos nulos que han sido asimismo contabilizados en la capital podrían haberse unido a esta iniciativa, en el caso hipotético de que sus emisores hubiesen sido debidamente informados? Y finalmente, ¿qué opinan de estos resultados las más de 45.000 personas (es decir, el 43% de nuestro censo, en edad de votar) que ni siquiera acudieron a las urnas el pasado domingo? Resulta necesario poner en tela de juicio la alfabetización política de la población gaditana en general y de la izquierda pasiva en particular, en la medida en que una falta de participación semejante determine la vida social efectiva del conjunto de los ciudadanos durante los próximos años. A este empeño consagraré la próxima columna.