Editorial

Extorsión cancelada

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La noticia de que ETA ha querido trasladar a los empresarios su decisión de dar por «cancelada» la exigencia del llamado «impuesto revolucionario» supone un indudable alivio para muchas personas y familias que durante años se han visto extorsionadas a través de métodos verdaderamente retorcidos de acoso. Al tiempo que, como ocurre con cada cese de la violencia, obliga a recordar a cuantos ciudadanos padecieron las consecuencias extremas de la codicia terrorista y fueron asesinados, secuestrados o perseguidos implacablemente; y a todos los que se significaron por su pública negativa a ceder al chantaje, o se resistieron firmemente a ella optando por la discreción. La extorsión de ETA constituye una de las muestras más elocuentes de su perversa naturaleza, porque ha pretendido doblegar la voluntad de miles de personas que pudieran responder a sus requerimientos económicos para convertirlas en conniventes con su proyecto totalitario. También por eso la buena noticia de ayer será plena el día que la organización terrorista desaparezca, y con su final acaben los temores que, no sin razón, tanta gente alberga ante un posible regreso de la banda etarra a la actividad violenta.