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Las últimas horas de Mubarak

Peleas fratricidas, intrigas y desmayos caracterizaron la recta final de las tres décadas del 'rais' en el poder

RABAT. Actualizado: Guardar
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Las últimas 24 horas de Hosni Mubarak en el poder hablan de un hombre confundido y envejecido, aferrado tozudamente a la Presidencia, manipulado por su círculo más estrecho y por su propia familia, y ciego y sordo ante lo que sucedía en la calle de ese Egipto del que él mismo se consideraba padre. La confusión reinó en el palacio de Heliópolis en los momentos finales de su largo mandato, donde se vivieron intrigas, peleas y desmayos, y donde sus dos hijos, Alaa y Gamal, protagonizaron, según la prensa egipcia, una agria discusión en la que casi llegan a las manos.

Todo estaba preparado el pasado jueves, 10 de febrero, para que Mubarak abandonara el poder. El Ejército, Estados Unidos o el propio presidente de su partido, todos habían dado signos inequívocos de que el 'rais' dimitiría esa noche y la fiesta estaba dispuesta ya en la plaza Tahrir. No fue hasta las once menos cuarto cuando el aún presidente anunció, contra todo pronóstico, que seguiría en el poder hasta septiembre.

El mensaje enfureció a la plaza y dejó atónitos tanto al pueblo egipcio como a sus aliados internacionales y al propio Ejército del país, a quienes se había asegurado que Mubarak renunciaría. Según el diario 'Al-Ahram', que hasta ahora había sido la voz de régimen, fue Gamal Mubarak quien convenció a su padre para que se olvidara de la promesa que había hecho a los militares e intentara aferrarse a los mandos de una nave que iba ya a la deriva. El propio Gamal reescribió varias veces el mensaje, que finalmente se grabó con las máximas prisas y en medio de la improvisación.

El ambicioso Gamal

Según revela la prensa egipcia, en las últimas semanas Mubarak solo aceptó los consejos del ambicioso Gamal y del depuesto ministro del Interior, Habib al-Adly, que subestimó el alcance de las manifestaciones. Cuando el clamor popular ya era incontenible, Al-Adly intentó convencer al presidente de que habían sido los Hermanos Musulmanes, gracias a la ayuda extranjera, los que habían conseguido «movilizar a los jóvenes», según 'Al-Ahram'. «No veía más allá de lo que le contaba Gamal, así que estaba aislado políticamente», señala uno de las fuentes cercanas al régimen.

El palacio de Heliópolis vivió sus horas más tensas durante la noche del 10 de febrero. Durante la grabación del discurso, Mubarak, cuya salud se rumorea que se ha deteriorado irreversiblemente en los últimos días, se habría desmayado hasta en dos ocasiones, según el diario 'Al-Marsry al-Yum'. El final se avistaba y los reproches alcanzaron niveles nunca antes vistos en palacio. «Has corrompido el país cuando has abierto la puerta a tus amigos empresarios, y este es el resultado. En vez de ayudar a que tu padre sea honrado al final de su vida, has manchado su imagen», gritó Alaa, el primogénito, a su hermano Gamal, mientras que varios oficiales tuvieron que separar a los hermanos, que intentaron pegarse, según el rotativo 'Al-Ajbar'.

El intento fue en vano. Al día siguiente, cuando Mubarak y su familia ya se encontraban en Sharm el-Sheij, el Ejército permitió que los manifestantes llegaran hasta el palacio presidencial y el edificio de la televisión en un intento de hacer comprender al presidente de que el clamor popular ya era imparable. Según 'Al-Ahram', el Ejército habría incluso grabado un mensaje en el que se anunciaba la renuncia de Mubarak, que hicieron llegar a las oficinas de la televisión estatal. Al final no hizo falta retransmitirlo. Omar Suleimán, el vicepresidente, puso fin a 30 años de régimen en un breve discurso. La suerte ya estaba echada para el dictador.