ESPAÑA

El Senado inicia la 'era del pinganillo'

La Cámara Alta celebra con polémica su primer pleno con traducción simultánea en castellano, euskera, catalán y gallego

MADRID. Actualizado: Guardar
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¿Día histórico o despilfarro en plena crisis? Ese fue el debate ayer en el Senado, durante el estreno del sistema de traducción simultánea que permitirá a sus señorías intervenir y seguir las sesiones plenarias -de momento sólo las mociones- en todas las lenguas oficiales en el Estado español. «Señoras y señores diputados, gracias por haber contribuido a que nos podamos expresar en una lengua distinta al castellano». Ramon Aleu, del PSC, estrenó con esta frase la 'era del pinganillo'con una moción sobre el fracaso escolar. Pocos de los senadores asistentes usaron el auricular por el que se oían las voces de los siete traductores que, al menos ayer, prestaron su servicio desde una 'sala secreta', ya que rechazaron ser protagonistas.

¿Cuánto cuesta este nuevo servicio? Unos 12.000 euros por sesión, es decir, 350.000 euros al año. A esta cantidad hay que sumarle los 4.526 euros que han costado los 400 equipos de traducción. «No he visto ninguna demanda en ningún sitio para que aquí tengamos que trabajar utilizando traducción simultánea, esto en un país normal no se produce», aseguró Mariano Rajoy horas antes. «Las lenguas están para entenderse y los senadores deberían utilizar el castellano en sus debates en pleno, porque es la lengua que todos conocen», remachó el líder del PP. Así lo hicieron los senadores populares que intervinieron durante la sesión.

Manuel Chaves defendió un punto de vista bien distinto. El vicepresidente tercero calificó de «ínfimo» el dinero que se destina a esta partida y opinó que es «correcta» la utilización de las lenguas cooficiales en una «cámara, como el Senado, que queremos convertir en la cámara de representación territorial».

Más incisivo se mostró José Manuel Pérez Bouza, portavoz del BNG, que no dudó en indicar que el verdadero debate «debe ser si merece la pena que el Senado siga abierto».

Mientras cada uno cumplía con su guión, la vida en la cámara alta apenas sufrió alteración. El menú del almuerzo de la cafetería solo se podía leer en castellano, el mismo idioma en el que se expresaban mayoritariamente los senadores por los pasillos, incluso, en presencia de otros compañeros -de siglas o de instituciones- políglotas.