Opinion

¿El abuelo Cebolletas?

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Pagaba mi media con café cuando «el abuelo Cebolletas», según Pilar Sánchez, entraba en el bar. Nos saludamos cariñosamente, unos besos en las mejillas y en esto que se cruza el camarero con desayunos para otros clientes; «el viene mucho por aquí».

Lo vi como siempre; feliz, exultante, sonriente (cuando era alcalde sonreía menos), vitalista. Vestía de manera informal pero cuidando con esmero el conjunto. Chaqueta y camisa sin corbata a pesar del frío. Aún corre y se mantiene como suele comentar «enorme».

«¿Qué tal?», «ahí voy a mi oficina», «ya, ya veo.éste es tu foro ¿no?», je, je . Su oficina es una mesa en la terraza del bar con desayuno y amigos incluidos.

El abuelo.dirá, que «a mucha honra» como decimos por aquí, por si alguien pusiera en duda nuestros sentimientos. Vaya que encantado de ser y ejercer de abuelo pero lo de. Cebolletas, no creo, vamos que estoy segura y los que leen esto también, que no le habrá hecho ni pizquita de gracia. Si la hubiera tenido cerca la habría mirado largo y duro y con la cabeza altiva le soltaría un titular. Hay que decir que en esta ocasión la alcaldesa se adelantó, dio en la llaga, estuvo irónica y en el asalto ha herido. Habla de una jubilación en paz, con lo cual si algo dudaba Pacheco en presentarse a las próximas elecciones municipales, Sánchez ha terminado con sus dudas. Sus maternales palabras pueden haber hecho el efecto contrario despertando a la bestia, -dicho sea con el mayor de los respetos- pero es la frase que pega y así está en los cuentos. El político no está dormido ni tocado. Se mantiene al día de todo y sigue dolido por su Jerez, como muchos de nosotros. Una ciudad de baja autoestima por su paro, por el problemático transporte urbano, por la falta de limpieza.y su alcaldesa en los puestos más bajos. Nos duele Jerez, claro que sí y con descalificaciones no se solucionan los problemas. Pero al menos Pilar Sánchez nos dejado páginas de un TBO, con el abuelo Cebolletas han venido también mis adorables Zipi y Zape, la familia Trapisonda.yo era muy niña, ¿eh?, pero ya me gustaba leer.

Salgo del bar y aún oigo a los clientes arreglar el mundo: «esta plaza cuando oscurece da pena, las farolas no dan luz y los bancos que destrozaron no se han repuesto, ni las papeleras.» «¡Y los comerciantes no se van a quejar!». En fin que todo sigue igual.