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Huevos de serpiente

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La semana que termina ha sido pródiga en noticias inquietantes, no tanto por su gravedad o repercusión inmediata, sino por la sombra que dibujan sobre el futuro de nuestra convivencia, produciendo una sensación de desazón y disgusto. Desde la campaña catalana que nos ha regalado perlas como las declaraciones de Puigcercós o el juego digital de Alicia Camacho, a la progresiva bajada a los infiernos de los tertulianos de Telemadrid en 'Alto y claro' o el progreso de la operación Princesa del Pueblo, por citar algunos. Todos tienen algo en común: participan de una cultura política y mediática que nos precipita poco a poco hacia el populismo manipulador, el sustrato del que en última instancia se nutre la extrema derecha y en definitiva el neofascismo. Estos hechos no son novedad en Europa, es más, se podría decir que están de moda. La telebasura machista de nuestras cadenas apenas si imita el circo mediático de Berlusconi, maestro bufo en el arte de aprovecharse personalmente de las instituciones democráticas para corromperlas, abriendo el camino a neofascistas y separatistas. O del hijo de inmigrantes, Sarkozy, manipulando a los referentes de izquierda y poniendo la alfombra a Le Pen con su xenófoba búsqueda de la pretendida identidad nacional, mientras expulsa a los rumanos pobres.

Puigcercós sigue el hilo del separatismo victimista del norte rico sobre el sur pobre, en la lógica de un nacionalismo radical que acaba identificándose en sus juicios y propuestas con la derecha extrema. La insolidaridad, el victimismo y la maledicencia contra «el otro», el que «no es de los nuestros», sean judíos o andaluces, son huevos de serpiente que algún día eclosionarán. En el juego de Sánchez Camacho se mata digitalmente a inmigrantes ilegales e independentistas, porque (se supone) que son ellos los culpables de los problemas de Cataluña. La frontera social entre lo digital y lo real se difumina. No sé qué es más ofensivo, si el juego o la disculpa infumable de que es un error de los diseñadores del mismo. Que en los medios públicos como Telemadrid sea un día Sánchez Dragó el que presuma de pederasta y el siguiente un tal Sostres se exprese delante de escolares en términos de un machismo canalla, es grave, pero es más indignante si cabe, el que la responsable política los disculpe con argumentos fútiles y fanáticamente sectarios.

Y continúa a todo tren la operación Princesa del Pueblo (Belén Esteban), que pone en valor a una mujer de origen humilde y que presume de poco cultivada, como paradigma de la auténtica voz del pueblo. Una operación mercantil que T5 patrocina como alternativa a la política tradicional, basada en el desprestigio de los políticos al que ella misma contribuye. Estos hechos degradan y encanallan nuestra frágil democracia, que sólo pudo comenzar, un día como hoy, hace 35 años, cuando aquel dictador que había enmudecido y embrutecido a su pueblo, murió en olor de multitudes.