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La vida de Brian

Tiene fama de que su pasión por los derechos civiles corre paralela a su apego al vil metal

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Brian Currin tiene aspecto de afrikáner aunque también podría pasar por tendero en el East End londinense o profesor de latín en Oxford. Pero al abogado de 60 años, cada vez más controvertido a medida que se van incorporando nuevos jugadores al gran ajedrez del final de ETA, se le ha puesto cara de mediador. De «facilitador» como le gusta acreditarse.

Lo sorprendente es que rompiendo todos los protocolos de la mediación que entrañan como premisa la discreción y el silencio, el amigo Brian haya salido al escenario convirtiéndose en protagonista central del enrevesado proceso lanzado por la izquierda 'abertzale' para desmarcarse de la violencia sin romper con ETA. La cuestión es qué persigue Brian Currin convocando ruedas de prensa, concediendo entrevistas exclusivas en la radio pública vasca, citando a todos los partidos a la suite de su hotel a veinte minutos por barba, poniendo fechas al desarme, sugiriendo planes y creando expectativas. Tiene fama de que su pasión por los derechos civiles corre paralela a su apego al vil metal, pero no es plausible que el objetivo del abogado sudafricano sea incrementar el caché que supuestamente abona la caja de Batasuna. Perdido el paraguas político del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela que le facilitó en el pasado un reconocimiento internacional en sus mediaciones por Sri Lanka, Irlanda, Ruanda, ahora Currin trabaja por su cuenta. No tiene el mínimo reconocimiento del Gobierno español ni del Gobierno vasco pero él sigue insistiendo en que la izquierda abertzale va en serio, que ETA anunciará el principio de su final en Navidad y que lo conveniente para no descarrilar el proceso sería legalizar a los radicales y pensar en una mesa de partidos que en paralelo a las instituciones se ocupe de liquidar los flecos políticos de la paz.

Si Currin ha pactado cobrar por objetivos, el 'bonus' dependería de que el precio de la paz sea satisfactorio para el mundo que durante 30 años ha justificado el uso de la violencia y que ahora pretende volver a las instituciones pagando poco y cobrando mucho. Muchos observadores entienden que si la cúpula de Batasuna abona los honorarios a Currin, ahora lo está utilizando para presionar sobre los dirigentes etarras en la clandestinidad que se resisten a abrir una nueva etapa que permita a la izquierda 'abertzale' recuperar el poder político perdido. Y también para presionar sobre la clase política para ajustar el precio final. No está desencaminado quien afirma que ETA no atenta ahora porque ya no controla la reacción de su propio mundo. Pero también conviene no perder de vista que nadie quiere estropear la foto de la paz, aunque no haya foto, y que Brian Currin es el encargado de poner el mantel en la mesa política del final de la violencia en la que nadie quiere faltar.