El modisto de eterno bronceado y trajes de corte impecable siempre ha mostrado una pasión por el flamenco. :: AFP
Sociedad

La partida más dura de Óscar de la Renta

Gran jugador de dominó, el modisto preferido de la alta sociedad neoyorquina lucha contra el cáncer

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A Óscar de la Renta se le esperaba en la boda del hijo mayor de Naty Abascal, pero no apareció. Rafael Medina considera al modisto dominicano su segundo padre. Los duques de Feria justificaron su ausencia por motivos «personales». Tampoco acudió a finales de septiembre a la Semana de la Moda de la República Dominicana, pese a tratarse del diseñador más importante de su país y que la muestra incluía una retrospectiva suya. El creador que ha vestido a más primeras damas de Estados Unidos -Hillary Clinton, Nancy Reagan y Laura Bush- excusó su ausencia «por recomendación de su médico de cabecera». Sólo Michelle Obama se le resiste por el momento a este hombre de eterno bronceado y trajes de corte impecable.

El diseñador preferido de la alta sociedad neoyorquina y consumado jugador de dominó afronta la partida más dura de su vida. Un linfoma le ha obligado a someterse a sesiones de quimioterapia. Su desaparición de la escena pública ha avivado todo tipo de rumores acerca del estado de salud de uno de los estandartes de la moda. A sus 78 años, el íntimo amigo de Julio Iglesias, con el que promueve importantes negocios inmobiliarios, mantiene un pulso vital. Como Giorgio Armani, Ralph Lauren o el nonagenario Pierre Cardin, 'Mr. Smooth' -el 'señor Suave', como le definió la revista 'W'- simboliza una estirpe en vías de extinción. Los cuatro mantienen las riendas creativas y económicas de las empresas fundadas por ellos. Sus negocios están muy vivos. Otra cosa es la salud de los dueños por los achaques propios de la edad.

La enfermedad de De la Renta arroja las inevitables dudas sobre el futuro de una marca que fideliza como pocas a sus clientas. Quien prueba repite. Quizá porque Óscar se ha dejado de estridencias y ha vestido a las mujeres como éstas desean que las vistan. Ha optado por el pragmatismo y un estilo extremadamente clásico y exento de riesgos. «Hacer ropa extravagante que nadie quiere ponerse es muy fácil. Lo complicado es hacer del diseño un negocio saneado, creando prendas estéticas que respondan a las necesidades reales de las mujeres», sostiene.

Noches flamencas

Empezó a saber de qué iba este negocio en España, donde llegó a los 18 años con la idea de triunfar como pintor... «¡y bohemio!». Estudió pintura abstracta junto a Antoni Tàpies y Luis Feito. Pero entre la noche, que se la bebió a gusto, y las mujeres -basta echar un vistazo a su pinta de dandi para justificar su éxito con ellas- se dio cuenta de que podría ganarse la vida vistiéndolas con clase. Si por las noches las desnudaba, por el día las cubría. Del mismo modo que Chanel hizo del lazo su sello de identidad, De la Renta ha hecho carrera con los volantes. Plasma su pasión por el flamenco en vestidos de cola, bordados y encajes. «Las noches se resumían en acordes flamencos. Me hice amigo de casi todos los guitarristas de Madrid», confiesa.

Pero por las mañanas andaba despierto. No se explica si no que entrara como ilustrador en el 'atelier' de un jovencísimo Balenciaga. También la suerte le echó una mano. El vestido que hizo a la hija del embajador norteamericano para su puesta de largo fue portada del semanario 'Life'. Óscar tocó la gloria y acabó en la mítica casa francesa Lanvin antes de crear la suya, en 1965. Desde entonces, este hombre de porte aristocrático no ha dejado de crear piezas con las que las mujeres se sienten «únicas. El único secreto para tener éxito en la vida es creer en ti mismo». En uno mismo y en creaciones que aspiran a «pervivir en estos tiempos de usar y tirar». Óscar le tiene cogida la medida a las mujeres. Sigue de cerca las líneas de sus cuerpos destacando hombros y caderas. Ha creado escuela con sus faldas rectas, trajes sastre y, sobre todo, vestidos de noche y cóctel, donde desliza su fascinación y nostalgia por tiempos pasados.

Hortensias blancas

Hoy es un triunfador, aunque lo pasó mal en los años 80 y 90, cuando la androginia «confundió los géneros» y las mujeres «tenían que vestirse como hombres para triunfar en el mundo profesional». Íntimo de la diseñadora Diane von Fürstenberg y loco por las hortensias blancas, Óscar atiende a sus clientas como los psicoanalistas. «Lo honesto es hacer un producto pensando en ellas, escuchándolas y dejándoles decir si les gusta. La moda no es sólo lo que ocurre sobre una pasarela sino el mecanismo que desata una mujer cuando entra en una tienda y compra tus trajes».

Lleva así 45 años al frente de una de las pocas compañías familiares que resisten en una industria dominada por grandes emporios. En su lujoso piso de Park Avenue halla la tranquilidad cuando coge su tablero de dominó. «Cuando juego, pierdo la noción del tiempo», reconoce. Ahora tiene pendiente otra partida; sin duda, más dura.