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'Curro' contra Alatriste

Moratinos y Reverte, duelo entre la diplomacia y la España de los Tercios

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Los ojos humedecidos de Moratinos el día de su cese ministerial excitaron el florete de Alatriste. Reverte desenvainó la espada y propinó dos estocadas al Canciller que crujieron en el aire funeral de los sacrificados en la crisis de Gobierno como el silbido de una víbora. El silbido del desprecio de un soldado de los Tercios, de un forajido del Dos de Mayo, de un diplomático de Felipe II unidos en el mentón altivo de la España Imperial. El duelo entre 'Curro' y Alatriste fue el duelo entre la España no alineada, no gubernamental, misionera laica, la que pone la otra mejilla, y la España fernandina, conquistadora, orgullosa, decepcionada pero altiva, mísera pero grande. Se iba un ministro burlado en Gibraltar, abochornado en Venezuela, ignorado en el centro del Imperio. Y, en vísperas del bicentenario de la Constitución de Cádiz, de la España que se resiste a la dominación, que todavía es metrópoli de extensos territorios de ultramar, Alatriste se dejó llevar por la furia ante el bueno de 'Curro' Moratinos, que gemía afligido al verse desalojado del palacio de Santa Cruz. No hubo compasión para el ministro que en seis años con su cara de buen panda, su especialidad en Oriente Próximo, sus llamadas a Condolezza mendigando una 'foto oportunity' con el tejano amigo de Aznar, fue dejando por las cancillerías del mundo retazos de tanta buena voluntad como idealismo y candidez. Por no hablar de Ceuta y Melilla, Sáhara, Cuba, Mauritania, como ejemplos de una diplomacia de doble dirección que al final no lleva a ningún sitio y cuesta un «congo».

Aznar, con una Europa donde Schröder y Chirac no le hacían hueco, decidió mirar hacia el oeste, poner las botas en la misma mesa que Bush y esperar que los alisios de la historia empujase su carabela otra vez hacia las Américas. Esta vez como aliados preferentes del imperio anudados por la lengua de los hispanos y la complicidad de intereses de seguridad después del 11-S. Pero la trampa de Irak desbarató toda la arquitectura diseñada para hacer compatible la fe europea con un hueco en la Casa Blanca. Con la marcha de Moratinos pese a la llegada de Obama, con el débil latido del corazón de Europa, el papel de la diplomacia española, ahora en manos de Trinidad Jiménez, vuela a merced de las rachas, apagando pequeños fuegos que avivan otros jugadores de la escena internacional. Sin proyecto, a la sombra de Brasil por el oeste y perdido en la segunda división europea por el este. Pero, con todo, creo que Alatriste esta vez equivocó la dirección de su estocada. Porque 'Curro', haciendo gala de su ingenuidad, al despedirse dijo: «Todo lo que he aprendido en esos seis años se lo debo a Zapatero» .