COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

EL QUE RÍE EL ÚLTIMO

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La risa, dicen, nos diferencia de los animales. No tanto de la hiena, que se ríe sin parar, sino de los que siguen manteniendo con nosotros algún tipo de vinculación genética. Dicen los que se entretienen en mirar a los monos, que estos sólo se ríen por mimetismo, contagiándose unos a otros sin saber en el fondo qué les lleva a soltar carcajadas. En nuestro caso, el más o menos humano, parece que la cosa es más compleja. De hecho, aunque son pocos, hay quien pasa por la vida sin aprovechar los múltiples beneficios de la risa y sin descubrir los efectos corporales y psíquicos que una buena risotada a tiempo puede producirnos.

De todo esto, da cuenta la Universidad esta semana en el curso de Risoterapia que se viene desarrollando desde el pasado lunes en la Escuela Superior de Ingeniería. Treinta horas en las que además de aprender técnicas de humor y cómo éstas afectan a la salud, los alumnos tendrán la oportunidad de hacer prácticas de ingenio, tomándose a risa «aspectos cotidianos como el amor o el trabajo». No está mal. Mucho menos, cuando uno de los objetivos del curso es demostrar que todos nos reímos de todos. Pues sí. Una verdad como un templo. Llevamos mucho tiempo riéndonos. Hay quien se ríe de los morritos de la Ministra de Sanidad -será el efecto terapéutico del que hablan-y hay quien se ríe con alevosía de usted y de mí cada fin de mes.

Lo que no saben los de la risoterapia, es que ya nos sabíamos la parte teórica, y que para esto se acuñó el dicho «el que ríe el último, ríe mejor». Y en eso estamos. A ver quién es el último que suelta la carcajada.