Los alumnos de laboratorio contemplan con atención un experimento de la profesora sobre los diferentes grupos sanguíneos. :: A. J.
puerto real

La 'gymkhana' de la igualdad

La educación sin discriminación y su defensa del medio ambiente son dos de los estandartes de este centro

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En tiempos como los actuales, en los que la conciliación laboral y familiar se ha convertido en verdadera odisea, no son pocos y pocas los que afrontan el día a día como una verdadera 'gymkhana' de pruebas por sortear, hasta caer rendidos en la cama. No es un juego, pero es posible que si lo hubiéramos entrenado con tiempo, todo hubiera sido más fácil, sobre todos para alguno que prefiere ver ese pentatlón moderno desde un sofá.

Algunos están por cambiar ese discutible 'status quo'. Y están por hacerlo desde la base. El instituto puertorrealeño Antonio Muro ya ha incorporado dentro de su currículum para los alumnos de tercero y cuarto un proyecto integrado con una denominación todavía insólita a muchos: Gestión y Realización de Tareas Domésticas.

Chicos y chicas aprenden a administrar una casa y un sueldo, a desentrañar unos indescifrables recibos de la luz o a coser y planchar. Y lo hacen de una manera tan divertida, que hace perder miedos y derriba excusas, como una gymkhana en la que serían capaces de derrotar a muchos de sus mayores.

«Esto nos sitúa a la misma altura de Alemania o Suecia», presume Francisco Ortega, el director del centro. La pena es que, como en otros terrenos, el ingenio se topa con la escasez de medios. «Tenemos un presupuesto muy limitado, lo que hace que no dispongamos de un aula de cocina, y nos tengamos que conformar por ahora con un infernillo de juguete para hacer las prácticas», gira Ortega la moneda hacia su cruz.

«Acorde a los tiempos»

Si por algo conocen al instituto, es por su gran implicación a favor de la coeducación y por el enfoque medioambiental, como queda plasmado en muchas de sus actividades complementarias extraescolares y de sus asignaturas optativas, dentro de una oferta que Ortega define como «muy rica, con los pies en la tierra y acorde con los tiempos».

Enraizados con la naturaleza, llevan ya dos años consecutivos colaborando con el certamen Educa, que organiza la Universidad de Cádiz y promueve experiencias relacionadas con la educación medioambiental. Una de las optativas que se proponen es la de Jardinería, en la que los chicos fabrican su propio compost, y elaboran abono que luego les servirá para hacer sus prácticas en los parterres del patio.

Ortega resalta cómo, fuera de compromisos obligados, «mucha gente se implica», y pone como ejemplo un mercadillo del trueque que celebraron fuera del horario escolar, y al que acudió toda la comunidad educativa, con la pretensión de fomentar este modelo de economía alternativo y sostenible.

La dirección del instituto reparte el orgullo con la asociación de madres y padres. En el caso del Antonio Muro, la Ampa es «muy activa», algo que se constata en la organización de eventos y en una aportación económica que Ortega reconoce como «frecuente», y que la aleja de cualquier prejuicio de pedigüeños y pasivos. Muy al contrario, son de los que se mueve: la entidad lleva adelante proyectos de voluntariado, y recaban subvenciones que luego dona al centro.

Dentro de esta vertiente se enmarcan iniciativas como la Carrera Solidaria de Navidad, que ya lleva disputándose un par de años, y para la que, además del Ampa, se cuenta con la colaboración del Ayuntamiento. «Hemos conseguido que todos se impliquen. Aquí corre todo el instituto, y al mismo tiempo hacen una aportación económica que luego va destinada para una ONG», describe el director.

La primera destinataria fue Save the Children, dedicada a los niños, mientras en las fiestas pasadas los beneficios se repartieron entre Cruz Roja y Madre Coraje. La colecta no es ni mucho menos insignificante: basta multiplicar el euro de donación por los 600 chavales que, por turnos, afrontan un circuito por la barriada que rodea al centro.

«Aulas sin fronteras»

Otro de los rasgos que caracteriza al instituto es su «implicación» en algunas actividades complementarias «sin fronteras». A lo largo del curso organizan hasta cinco viajes internacionales. Dos de ellos son intercambios con chicos y chicas de Suecia y Alemania, a los que se suman las visitas de estudios a Francia, Italia e Inglaterra. «Tenemos muchas salidas, y además en muchos niveles, no sólo para la gente de Bachillerato», resume Ortega.

Internacionales, y al mismo tiempo locales. En el aula de Música suena el compás de las bulerías. Y nadie se molesta. La dirección tuvo la idea de insonorizar la clase, algo poco común, con una capa de aislamiento de 10 centímetros de grosor por cada pared y otra de 20 en el techo. La puerta que separa a los flamencos del aula contigua está forrada de corcho, así que, se mire por donde se mire, los quejíos pueden sonar a pleno pulmón.

Las nuevas tecnologías también tienen su sitio. Aparte de ser un 'centro TIC', las ventajas son compartidas por los padres desde casa. El control de asistencia está informatizado a través de una PDA, y así se puede revisar 'on line' el más mínimo amago de absentismo. Igualmente, las tres evaluaciones intermedias a lo largo del curso se vuelcan en un sistema computerizado, que permite a los progenitores (previa introducción de un código de acceso) un seguimiento continuo sobre el rendimiento de sus hijos.

Más allá de avances, el director considera que la característica «esencial» del instituto es que se trata de un lugar «tranquilo, sin problemas disciplinarios». Acostumbrado a coordinar otros centros de mayores dimensiones, para Ortega el que ahora dirige tienen el tamaño «óptimo», como explica: «Es lo suficientemente grande para tener toda la oferta educativa de Secundaria, Bachillerato y los ciclos; pero lo suficientemente pequeño como para que sea controlable».

«Todos nos conocemos»

Ese equilibrio genera valores añadidos. «Hace que todos nos conozcamos», resalta el director sobre la cercanía de trato entre toda la comunidad educativa. Si se mira desde el punto de vista de los resultados el 'Antonio Muro' se precia además de tener «un nivel de éxito muy alto» cada año en las pruebas de acceso a la Universidad.

Pero lejos de visiones elitistas, el centro atiende a la diversidad. Ha establecido agrupaciones flexibles de alumnos, en las que estos se organizan por niveles para afrontar sus clases de Matemáticas y Lengua de primero. Se trata de atajar la dificultad que al docente le puede suponer llevar hacia adelante a un aula excesivamente heterogénea.

Los estudiantes son divididos en tres bloques, cada uno con una metodología y un número de personas distintos. «Primero hacemos una prueba de nivel, y luego se agrupan y se les atienden según sus necesidades», explica el director. Conforme avanzan en su conocimiento, irán pasando de un nivel a otro. No cabe duda de que la discriminación positiva es una asignatura aprobada en este instituto.