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Zapatero no es Guardiola

No hay marca que se atreva ahora a contratar al presidente como reclamo electoral

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Después de una dilatada travesía en el desierto de la mediocridad ha ido brotado en el paisaje futbolístico nacional un puñado de entrenadores ilustrados que han convertido una antigua profesión de grises aparejadores en finos arquitectos cosmopolitas. Los Unai Emery, Rafa Benitez, Quique Sanchez Flores, Juande Ramos, Ernesto Valverde y por encima de todos Pep Guardiola han elevado tanto el listón de la profesión que los clubes ha acabado adaptándose a su liderazgo. No es casual que tras los pasos del banco Santander asociando a la imagen de Alonso y Ferrari todo su potencial publicitario o del Banesto apostando por 'La Roja', el Sabadell haya apoyado su lanzamiento en el indiscutible carisma personal y deportivo del técnico del Barça.

Ahora con el entrenador se contrata un líder que sea capaz de crear un estilo de juego, que transforme la presión en productividad, que sea emocionalmente inteligente, que cohesione al colectivo y que reduzca al máximo el peso del azar en el resultado final del juego. Lo mismo que necesitaría un país que aspiraba a entrar en el G-8 y casi no se sienta en el G-20, que quería jugar la 'Champions' y se tambalea en el despeñadero de la segunda división, que apostaba por superar a Italia en PIB y ahora se codea con Grecia y Portugal. Pero evidentemente Zapatero no es Guardiola. No hay marca que se aventuraría ahora a contratarlo como reclamo comercial, como icono de rendimiento y aportación de valor añadido para su compañía. No hay más que echar un vistazo a la degradación que se ha producido en la marca 'España' en los últimos tiempos.

En uno de los enunciados comerciales que Pep Guardiola ha protagonizado para la campaña del Banco Sabadell el entrenador filósofo sostiene: «Lo que te hace crecer es la derrota». Alguien como ZP, que flota en un permanente clima de autosatisfacción, sería incapaz de asumir el contenido de semejante meditación. Pero «a más, a más» como diría un catalán, nuestro presidente y absurdamente ministro de Deportes representa todo lo contrario a un líder de vestuario. Pep sería incapaz de comprar al árbitro para ganar el partido. ZP se dispone a aflojar un buen fajo de billetes al PNV para marcar un gol más que la oposición en el derbi de los presupuestos. Todos los técnicos saben que hay que rotar a los jugadores, elegir a los mejores. El presidente en plena competición se empeña en mantener el mismo conjunto de ministros que seleccionó para las fotos de la igualdad. Y sale a empatar el partido de la huelga general con su amigo Cándido o se cuela goles en propia puerta abriendo el caso Tomás Gómez. Y en lugar de motivar a su conjunto con la música guerrera de 'Gladiator' como hacía Pep con el Barça, toma la guitarra y entona como un moderno cantautor la alianza de civilizaciones.