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Arenas

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Pasea uno estos días por la playa y tiene la impresión de que las máquinas entierran nuestro pasado inmediato en la arena. Cuando todavía el buen tiempo te permite el paseo por las tardes, y el disfrute de los fines de semana, y hay tanta gente que hace deporte a cualquier hora o simplemente camina por la orilla del agua, parece que de pronto todo fueran prisas por olvidar el verano y meternos de cabeza en el otoño que ya tenemos encima.

Da la impresión de que, terminado el calendario oficial, la playa dejara de existir para los gaditanos, siendo como es uno de nuestros principales activos. Esto mismo lo hemos visto durante los meses de temporada alta, con la retirada de los servicios a una hora temprana donde todavía estaba de bote en bote, dejando al personal poco menos que vendido y confiando en la suerte de que no ocurriese nada.

Ahora se regeneran las arenas, sacudidas por el temporal que nos dejó la playa hecha unos zorros en los meses difusos entre el invierno y la primavera. Aunque la verdad es que no parece que hiciera demasiada falta, pues se parcheó bien y el verano casi no lo ha acusado, convendrán ustedes conmigo (y me extraña que no salte el presidente de Horeca) que, gaditanos aparte, hay un turismo de septiembre que se encuentra con una playa que parece el escenario de un bombardeo, con esos monstruos de hierro amarillos, los montículos, los tubos y los cientos de gaviotas que hacen su agosto atiborrándose de lo que se remueve. Menuda gracia le hará a ese turista septembrino venir a una ciudad donde no hay playa porque también está en obras. El año que viene seguro que se irá a otra parte.

Uno comprende que es para mejor, claro. Y comprende que la regeneración se hace en estas fechas tan absurdas porque los presupuestos caducan y a partir de diciembre si te he visto no me acuerdo con el dinero de las partidas destinadas a la recuperación de las arenas.

Lo malo es que el invierno es largo y no hay nada que nos asegure que otro temporal no nos vuelva a desbaratar este trabajo hecho. Crucemos los dedos para que en esto, como en tantas cosas, no se tiren los dineros públicos por el desagüe.