La comitiva recibió los aplausos de la multitud a su paso por la Iglesia Mayor :: ANTONIO VÁZQUEZ
SAN FERNANDO

Un ejército para la esperanza

De Bernardo recibió a los maltrechos militares en la Iglesia Mayor en un desfile que despertó gran expectación La calle Real fue de nuevo tomada por las tropas del duque de Alburquerque

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El Supremo Consejo de Regencia registra en su diario de operaciones del 3 de febrero de 1810, que antes de la llegada del ejército de Extremadura, la defensa de la Real Villa de La Isla de León estaba reducida únicamente a un batallón de urbanos y algún destacamento d la guarnición de Cádiz, «con lo que no había ni para cubrir el citado puente». Estas palabras dan una de la importancia que tuvo para Cádiz la llegada de las tropas encabezadas por un joven llamado José María de la Cueva, duque de Alburquerque.

Ayer, sus hombres de nuevo se hicieron con las calles de San Fernando tras un tortuoso y largo camino. Maltrechos, heridos y cansados, aunque en esta ocasión se trataba de una cuidada representación por parte de diferentes voluntarios pertenecientes a colectivos históricos unidos en la asociación nacional napoleónica. «Es un día que llevamos años esperando porque a la recreación venimos todos los años, pero este es muy especial porque se cumplen 200 años y la conciencia de las personas han cambiado, consiguiendo el protagonismo que se merecía», afirmó Fernando Vázquez, que hacía de sargento del Regimiento Suizo número 3 de Redi.

«Tenemos ya bastante experiencia en este tipo de actos y la verdad que los nervios se controlan. Lo importante es que se ha conseguido organizar una recreación importante», expuso por otro lado Agustín Camacho, que representaba a Agustín sócrates, guerrillero liberal que provenía del otro charco atraído por un posible cambio social. Las fuerzas despertaron la expectación de los isleños y, en un instante, en la calle Real se formó un pasillo de personas con sus cámaras listas par inmortalizar la secuencia. Desde las inmediaciones del castillo de San Romualdo y hasta la Iglesia Mayor la comitiva desfiló entre aplausos, repique de tambores y gritos: «¡Viva la Real Villa de León!».

En la puerta del templo esperaba el alcalde que, vestido de época, dio la bienvenida al ejército y especialmente al duque de Alburquerque que afirmó: «por esta ciudad estamos dispuestos a morir». Después el desfile continuó, encabezado por los miembros de la Guardia Salinera para dispersarse una vez llegaron a la plaza del Carmen, al igual que ocurrió con la cantidad de isleños que no quisieron perderse este evento tan llamativo.