Opinion

Cenagal valenciano

Rajoy avala a Camps con flagrante olvido del Código de Buenas Prácticas del PP

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El informe de la Fiscalía Anticorrupción que hoy publica este periódico sobre las ramificaciones del 'caso Gürtel' en Valencia es demoledor para el Partido Popular: tras veinte meses de investigaciones, el fiscal manifiesta que las pruebas aportadas por la Policía -el miércoles se conocía también el último informe de la Unidad contra la Delincuencia Económica-, la Agencia Tributaria y la Intervención General del Estado «no dejan lugar a dudas sobre la existencia de irregularidades en la contratación» por parte del Gobierno valenciano a empresas de Francisco Correa, el cabecilla de la trama. Como por ejemplo, el acceso de dichas empresas a los pliegos de condiciones antes de que se convocaran los concursos. Con estas revelaciones, la Fiscalía pretende que el Tribunal Superior de Justicia de Valencia, competente en la causa por la existencia en ella de aforados, no solo investigue los regalos recibidos por numerosos altos cargos, que en principio constituirían delitos de cohecho impropio, sino también las contrapartidas que recibieron los empresarios que los hicieron y que, de existir, transformarían la figura penal en cohecho a secas. Todo indica, en fin, que como es habitual en casos de corrupción, se ha mezclado la financiación irregular del partido con el intercambio de favores personales hasta dar lugar una maraña que, además de ser objeto de los correspondientes procedimientos judiciales, genera una indiscutible y grave responsabilidad política en los miembros del Gobierno valenciano y del PP, con Camps a la cabeza, que ampararon aquella connivencia delictiva. Ayer mismo, Rajoy seguía avalando la candidatura de Camps a la presidencia de la Generalitat, con flagrante olvido del último Código de Buenas Prácticas que el PP aprobó el 21 de diciembre de 2009. Probablemente, el presidente del PP pensaba que Camps podría sortear el vidrioso asunto de los trajes. Sin embargo, el enlodamiento del PP valenciano es mucho más intenso de lo que seguramente creía Génova. Con estas revelaciones sobre la mesa, Rajoy tendrá que meditar si está dispuesto a unir su suerte y la de su partido a la de los actores de este cenagal valenciano.