Sociedad

San Sebastián: aplomados victorinos, distinguido Ferrera, firme Urdiales

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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Salió al ataque el primero de corrida, remató en tablas y pareció que iba a ser de dar guerra. Falsa alarma. Mucha capa de Padilla y su gente, dos puyazos, y en el segundo pegó el toro cabezazos que al salir del peto se tradujeron en una pérdida de manos y una claudicación. Era corrida de dos banderilleros y se cumplió el rito cortés: Padilla cedió un par a Ferrera y abrió y cerró tercio. La banda se atrevió con el Amparito Roca y ese bombo que marca el compás. `Ay ! Hacía mucho calor. El toro había echado hacia atrás las orejas como un freno de mano y estaba parado en banderillas. Y esperando. Agarrado al suelo, una pizca reservón, frenado al revolverse. El toro tenía correa pero no motor. A tres pisotones de Padilla respondió con tres viajes regañados. Muchas voces. Nada que rascar. Media lagartijera. Rodó sin puntilla el toro.

Y a otra cosa, que fue la jugada repetida. Un torote negro entrepelado, engatillado y ancho. Salió roto de una vara bastante medida y Ferrera hizo que el segundo puyazo fuera mero protocolo.

En su quite Diego Urdiales dibujó a cámara lenta dos verónicas singulares que remató con media elegante. Otra vez alternaron con los rehiletes Ferrera y Padilla. La banda atacó el Marcial Lalanda.

Un cuarteo con salto de Ferrera, otro de Padilla a toro parado y un tercero de Ferrera por dentro. Estuvo bien Ferrera con el toro. «Por cima de él», se dice en taurino.

En los medios la apuesta del torero extremeño y a toro de corto y frenado viaje, encogido, sin gota de gasolina. Si humillaba, era sólo para quedarse debajo. Y arrear estopa. De un zarpazo estuvo a punto de alcanzar a Ferrera en la mandíbula. Se quedó en el parapeto del antebrazo. Perro viejo, Ferrera lo vio venir. No le dio tregua Ferrera al toro, estuvo paciente y tranquilo, lo cerró y cuadro con buen toreo de pies y de meterse en el costado y, tras un buen pinchazo arriba, agarró la estocada de la tarde. Sin puntilla también ese toro tan mortecino. De todo el escalafón, es dato bien sabido, Ferrera es el torero que más victorinos lleva matados.

Pocos le habrán salido tan apagados como ése del que tan bien dispuso. Urdiales saludó al tercer con lances de buen aire y bella composición. Este tercero, cárdeno y fino de cabos, pareció de partida más elástico que los dos primeros. Cabeceó en una vara primera, salió claudicante y Urdiales, sin embargo, se animó a quitar por delantales ajustados. El toro protestó en los remates.

Un punto andarín y mirón, se frenó por sistema, se quedó debajo igual que el recién arrastrado y acabó poniéndose por delante con sentido. Imposible negociar. Un pinchazo y una estocada.

Cuarto y quinto dieron en báscula menos que primero y segundo, pero parecieron más toro. Padilla cubrió el expediente en banderillas y manejó la cosa con oficio y cierta desgana. Tres naturales de pisotón ligados con tres espaldinas de las de los pueblos buenos. Se le vino encima el toro en un descuido y cortó. Media estocada muy tendida bastó.